lunes, 14 de diciembre de 2009


Las manos de los ancianos son nudosas y tienen en cada nudillo artrítico años y años de sabiduría. Son manos de piel casi transparente, con venillas azules por debajo, piel frágil y seca, venas que se rompen casi con mirarlas. La célebre sangre azul de la nobleza corre por vaso de viejo, sin lugar a dudas. No hay más que escarlata en las arterias aristócratas y si alguno azuleara sería por años y no por cuna.

Los viejos tienen los puños mucho más abiertos que cerrados, mucho más dispuestos a dar, sin violencia, lo que deberían recibir… a manos llenas. Tienen las manos como los ojos, acuosos los cuatro, casi ciegos y casi torpes, de tocar y sentir tactos, de llorar y ver tanto. De palpar, menos, aunque mucho también. Por eso al final, cuando el temblor hace la caricia imposible, es en los ojos en los que reside lo táctil, es en ese otro azul (o marrón, pocas veces verde, casi nunca negro) en el que está el mimo y la ternura… a pupila llena.

Los ancianos tienen también sus particularidades, esas que los menores de setenta tratamos de entender sin éxito. Los ancianos (especialmente los hombres), por ejemplo, suelen tener sus manos llenas de dedos y con ellos golpean fuerte las mesas dónde juegan al dominó. Estoy convencido de que el objetivo de hecho de esas partidas es competir no a ver quien gana, sino a ver quien le da a la mesa más fuerte (vamos como los jóvenes que se la miden pero en versión tercera edad). Habría que probar a darles fichas sin puntos, seguro que disfrutaban del juego en igual grado. Tal vez por eso uno de los recuerdos más nítidos que tengo de mis longevos cercanos, sean esos golpes de madera sobre madera, de hueso y mesa, de nudo y tabla, esos golpes con función, como demostración de que quedan fuerzas aún , de que si puedes golpear una mesa así, podrías todavía hacer casi cualquier cosa.

Las manos de los ancianos, en definitiva, tienen la mala costumbre de morir a la vez que sus dueños, la enfermiza mala idea de abandonar la trinchera cuando de verdad la vida vale la pena, cuando lo acumulado tras décadas de batallar, te da la respuesta a lo que viene detrás, al futuro cercano y al pasado que fue. Además esas manos ya olvidaron lo reciente pero nunca pierden la perspectiva de lo que sinceramente importa, lo que dejó poso hace mucho ya. Entonces, solo entonces, cuando ya hay entre esas uñas más respuestas que preguntas, esas manos te dejan solo, se marchan y nada más queda que su memoria, los golpes y los nudillos, la sangre azul y la piel seca.

jueves, 26 de noviembre de 2009


La sangre sobre la nieve es más roja. Y el sonido de una bala que rasga el silencio es más aterrador. Y el pánico en los ojos no se ve si el que se desploma está de espaldas. Y en lo que llega la bala a su destino, tienes tiempo de sobra de arrepentirte de apretar el gatillo. Y si no lo haces entonces, no lo harás nunca. Y el cuerpo que cae en blando no enjuaga la culpa. Y poco importan las razones. Y no, no es lo que te habían dicho, no es sencillo, no es rutinario, no es como cazar ciervos. Y sí, seguramente se lo merecía, seguramente haya más de una víctima, seguramente no era el final soñado, seguramente. Pero eso no te va a hacer sentirte mejor, eso no va a borrar el dolor, no lo va a atenuar siquiera un poco. Y por supuesto, no va a dejar la nieve más limpia.


Categorias:

lunes, 23 de noviembre de 2009


Christine y su pelo castaño. Christine y su voz grave y dulce a ratos, amarga a otros. Voz como de cacao, creo. Christine y su piel tan pálida y sus piernas tan largas; su boca tan suya, sus manos tan mías. Christine deshoja pétalos como cuchillas y es voluble como el cielo. Es tan caprichosa como adorable y es tan odiosa cuando quiere…

Christine se peina sin mirarse al espejo, se conoce demasiado. Se enjuga una lágrima que llora en silencio. Ella sabe el motivo, yo también aunque calle. Ella sabe el futuro, yo recuerdo el pasado. Los minutos se deslizan eternos como en un reloj derretido. Las agujas se pararon hace tiempo, se detuvieron en realidad en aquella primera uña pintada. Allí se quedaron esperando no sé muy bien el qué. Y no habrá más relojes ni ocasiones. Christine sabe que caerá la noche y será la última noche. Ambos lo sabemos pero ella opta por llorar y yo por recordar. Ya lloraré mañana o nunca.

Christine que fue Rubella, fue Venus, fue Luna, fue tantas… De golpe deja de llorar y sonríe. Me da por creer que ha comprendido, me da por pensar que sabe qué pienso, me da por adivinar lo sentido en ese momento. Una penúltima risa a dos, una caricia, un abrazo prolongado. Un beso intuido y un tríptico que termina, como terminan todas las historias desde que se abolieron los puntos finales.

No hay canción porque ella es la música y la letra.

lunes, 16 de noviembre de 2009


Christine se despereza como los gatos, arqueando la espalda, lentamente, muy lentamente. Me mira y sonríe y el buenos días que sale de su boca todavía con voz pastosa, suena como si no fuera a haber nunca ninguno más. Christine se incorpora y la sábana que la cubría resbala acariciándola la piel. Queda de espaldas, desnuda la columna, las blancas bragas un poco descolocadas. La miro en secreto (aunque ella sabe que la miro y yo sé que lo sabe y ella sabe que lo sé). La recuerdo dormida hace poco rato, los ojos cerrados, el pulso tranquilo y la respiración pausada, los sueños ocultos.

Christine es de fresa y eso ella lo desconoce. Es la mujer del caleidoscopio en la mirada, la que nunca sabes lo que te vas a encontrar cuando cruzas los ojos. Oigo correr el agua en el baño, anticipando una ducha caliente. Me apresuro, compartir higiene elemental siempre es la mejor manera de ahorrar, la pertinaz sequía, ya sabéis. Bajo el líquido, Christine ya no sabe a fruta roja, es un sabor más profundo, más complejo. Como un enólogo de todo a 100 aspiro el aroma de su pelo, sin chorradas afrutadas, sin cítricos ni frutos secos, sin turbas ni nada de esto. Un abrazo, cincuenta besos, manos que entrelazan y labios que prueban y catan, ahora sí.

Desayunamos vino tinto, no puede ser de otro modo. Sin salir de la cama, compartimos copas y susurros. El espejo a los pies de la cama nos devuelve realidades, pero Christine, como la Alicia de Carroll está mucho más allá de un reflejo. No somos como los demás, me dice bajito. No somos como esas mujeres y esos hombres que llenan sus nadas de televisión. Ella no, desde luego. Ella es diferente, aún desintegrándose…




lunes, 9 de noviembre de 2009



Christine se pinta las uñas tranquila, con calma. Se mira los dedos de los pies, pensativa. Yo la observo desde el sofá. Me fijo en sus ojos castaños y me doy cuenta de que tiene la ciudad tatuada en las retinas. Edificios, calles oscuras, bares abiertos. Plazas, bancos, niños jugando. Árboles raquíticos, setos, columpios. Putas y policías, vecinos y yonquis, ancianos y palomas. Van pasando por sus ojos como diapositivas, despacio pero sin pausa, movimiento inerte. De pronto dirige sus ventanas hacia mí, parece que va a decir algo pero moja el pincelillo del pintauñas y sigue en ello.

Christine es lista como el hambre, es inteligente y tiene una belleza especial, ya no corriente. No es guapa en el sentido académico del término pero, por el contrario, es imposible resistirse a su mirada, a su andar elegante, a su risa imposible. Hace años que la conozco pero nunca dejo de conocerla. Hace siglos que sé de ella pero cada día es una sorpresa nueva. Me gusta mirarla cuando se pinta las uñas, medio desnuda, concentrada en lo que hace, delicada en cada gesto. Me gusta en lo cotidiano porque lo hace distinto, lo hace especial, insólito y excepcional. Me gusta todos los días porque parecen domingos.

Christine sueña desvelada mientras se decora los dedos, largos y móviles, hábiles. Sueña futuros y al soñarlos los hace sueños presentes de entre semana. Tiene esa rara destreza de hacer incomparable lo común. Christine es especial a su manera, es lazarillo de ciego despierta y libro abierto dormida.




viernes, 9 de octubre de 2009


Amanda Palmer y los Dresden Dolls o los Dresden Dolls y Amanda Palmer. Dice el Impresentable que la Palmer folla con su piano en cada tema. ¡Cuánta razón lleva...!

You can tell
from the scars on my arms
and cracks in my hips
and the dents in my car
and the blisters on my lips
that i'm not the carefullest of girls

you can tell
from the glass on the floor
and the strings that're breaking
and i keep on breaking more
and it looks like i am shaking
but it's just the temperature
and then again
if it were any colder i could disengage
if i were any older i could act my age
but i dont think that youd believe me
it's
not
the
way
i'm
meant
to
be
it's just the way the operation made me

and you can tell
from the state of my room
that they let me out too soon
and the pills that i ate
came a couple years too late
and ive got some issues to work through
there i go again
pretending to be you
make-believing
that i have a soul beneath the surface
trying to convince you
it was accidentally on purpose

i am not so serious
this passion is a plagiarism
i might join your century
but only on a rare occasion
i was taken out
before the labor pains set in and now
behold the world's worst accident
i am the girl anachronism

and you can tell
by the red in my eyes
and the bruises on my thighs
and the knots in my hair
and the bathtub full of flies
that i'm not right now at all
there i go again
pretending that i'll fall
don't call the doctors
cause they've seen it all before
they'll say just
let
her
crash
and
burn
she'll learn
the attention just encourages her

and you can tell
from the full-body cast
that i'm sorry that i asked
though you did everything you could
(like any decent person would)
but i might be catching so don't touch
you'll start believeing youre immune to gravity and stuff
don't get me wet
because the bandages will all come off

and you can tell
from the smoke at the stake
that the current state is critical
well it is the little things, for instance:
in the time it takes to break it she can make up ten excuses:
please excuse her for the day, its just the way the medication makes her...

i dont necessarily believe there is a cure for this
so i might join your century but only as a doubtful guest
i was too precarious removed as a caesarian
behold the worlds worst accident
I AM THE GIRL ANACHRONISM


Apetecible "anacronía" por escasa que sea. O tal vez, más por eso mismo.


viernes, 2 de octubre de 2009


Leo un muy interesante artículo sobre la migración de las mariposas monarca y su orientación “solar” y me vienen a la cabeza otras migraciones, más humanas, las que se producen normalmente (al menos en los últimos tiempos) de sur a norte, desde eso que los cursis llaman tercer mundo hacia lo que los mismos moñas nombran como el primero. Me pregunto si la orientación en esas tumbas flotantes es también por el sol o si, por el contrario, con una cantidad suficiente de afán por supervivir se orienta uno sin necesidad de astros. Pienso que esos éxodos deben de ser un poco como los de las mariposas aunque no queden monarcas humanos que migren…

Se parecen en que cuando salen de casa, todos, hombres, mujeres, niños y mariposas, desconocen cuál será realmente el destino que les aguarda, si llegarán al final del viaje o si morirán por el camino. Se parecen también en la idea inicial (el mensaje inscrito en los genes en el caso de los insectos y contado de viva voz en el del compatriota sureño) que les hace volar o navegar cada año a ganarse un futuro, porque la vida en origen es inconcebible.

Pienso en mariposas y en emigrantes, viajeros todos, sobrevivientes, y siento la poca o nula importancia que le doy a lo que no me falta. Pienso en insectos y en orientaciones, en soles que no sólo alumbran y calientan, en pieles secas hasta el desmayo y me doy cuenta de lo banal y lo superficial que son tantas cosas, tantos textos, tantas palabras. Me doy cuenta de hasta que punto estamos, estoy, ciego.

miércoles, 23 de septiembre de 2009


Estaba llorando. Montada en bicicleta, sola, con aparentemente poco más de seis o siete años, las lágrimas rodaban por sus mejillas. Era un llanto suave, era un llanto que desbordaba sus ojos pequeños sin aspavientos, sin sonido casi. Intenté acercarme pero, con una mirada cargada de desconfianza, aceleró y pronto estuvo demasiado lejos. Vivimos tiempos paranoicos, posiblemente algún adulto tan bienintencionado como repleto de televisión, la había aleccionado contra los contactos con desconocidos. No tengo ni idea de qué podía pasarla, no parecía perdida, no parecía asustada.

Con el llanto de la cría todavía en la cabeza llegué a casa. No podía quitármelo de la mente. Su desconsuelo en una mirada tan limpia, su tristeza que se me antojó infinita, marcaron ya el resto del día. Pero, lamentablemente, el trabajo y su flexible horario no perdonan, de modo que me cambié de ropa y me dispuse a levantar el país, un poco más en cada jornada. Aún con todo, la imagen de la niña estuvo permanentemente ahí. Cuando volvía a casa, ya casi de noche, iba buscándola con la mirada, preguntándome si seguiría por allí (aunque lo sabía imposible). De alguna forma, esperaba verla y confiaba en no hacerlo.

Busqué sus lágrimas y encontré otras muchas, demasiados sollozos escondidos detrás de tantas miradas. Femeninas y de las otras. Cada lloro evidente y más los ocultos fueron venciendo mi ánimo pero ninguno como el recuerdo de la angustia matutina. La gente llora mucho, incluso a veces con motivo, pero duele contemplarlo en esos ojos tan pequeños. Los de la cría, tan parecida en la forma (no en el fondo) a la Rizos, aunque eso era lo de menos… Imaginé que aquella personita había seguido con su dolor. Imaginé que no habría podido levantar aquella losa. Supuse, con la certeza que dan las lágrimas, que el lloro duró más de lo necesario (siempre lo hace). Quise creer que enseguida, al poco de desaparecer de mi vista, habría encontrado algo o alguien que restañara las gotas que la empapaban las mejillas, que la hiciera borrar de la memoria el daño. Olvidarlo rápido, como olvidan los que tienen el alma limpia, aunque tengan los ojos rotos.

miércoles, 16 de septiembre de 2009


Hay muchos tipos de manchas, como hay muchos tipos de manos. Hay algunas indelebles, las hay figuradas, las hay producto de la vejez, las hay consecuencia de todo tipo de actos. Hay algunas que están sucias por el trabajo duro o por la pobreza más o menos absoluta. Pero esas se limpian con agua. Existen otras manchas, más profundas, que no se limpian por más que las frotes, por más que las friegues…

Las manos manchadas son un poco como todo. Obedecen a tantas razones como manos. Me asustan las que parecen limpias, las que parecen inmaculadas. Son las más peligrosas, son las que sin que nadie se lo espere se desnudan del todo y, de repente, muestran su verdadera cara. La podrida. Son manos que en ocasiones han acariciado con ternura, han levantado caídos, han curado enfermos, del cuerpo y del alma. Pero son manos que engañan o lo intentan.

Hay manos que no engañan a nadie, son directas, son francas. Son manos que da gusto coger, manos que apetece tener entre las tuyas. Manos que enseñan la piel, que demuestran calidez. Me gustan las pieles limpias, las despojadas de artificio, las que van de frente. Me gustan las manos activas, que hacen y dejan hacer, expresivas... Me parecen atractivas las delgadas, de dedos largos, cuidadas pero con vida. Me gustan sus manos, me gustan tus manos. Porque son tuyas, entre otras cosas.

martes, 8 de septiembre de 2009


Diamanda Galás pone voz a este poema de Miguel Huezo...

Si la muerte viene y pregunta por mí
haga el favor
de decirle que vuelva mañana
que todavía no he cancelado mis deudas
ni he terminado un poema
ni me he despedido de nadie
ni he ordenado mi ropa para el viaje
ni he llevado a su destino el encargo ajeno
ni he echado llave en mis gavetas
ni he dicho lo que debía decir a los amigos
ni he sentido el olor de la rosa que no ha nacido
ni he desenterrado mis raíces
ni he escrito una carta pendiente
que ni siquiera me he lavado las manos
ni he conocido un hijo
ni he emprendido caminatas en países desconocidos
ni conozco los siete velos del mar
ni la canción del marino
Si la muerte viniera
diga por favor que estoy entendido
y que me haga una espera
que no he dado a mi novia ni un beso de despedida
que no he repartido mi mano con las de mi familia
ni he desempolvado los libros
ni he silbado la canción preferida
ni me he reconciliado con los enemigos
dígale que no he probado el suicidio
ni he visto libre a mi gente
dígale si viene que vuelva mañana
que no es que la tema pero ni siquiera
he empezado a andar el camino


Y es cuando le ves las orejas (aunque sean ajenas) a la parca cuando te das cuenta de lo poco que se puede decir y lo bonitas que son las teorías...






viernes, 7 de agosto de 2009

Alicia y Patricia son bipolares. Es decir, sufren trastorno bipolar. A ambas las conozco, a ambas las considero amigas aunque tengo bastante más trato con Alicia. Es un hada, un hada de pelo largo castaño y ojos expresivos. Sonríe, cuando lo hace, con hoyuelos sutiles y al verla te gustaría que lo hiciera más a menudo. Patricia no sé como sonríe, no dudo que lo haga. Ella es un poco sirena, más mediterránea, tal vez sea el origen sureño, tal vez otra cosa, pero es más abierta, más franca, más extrovertida. Son tópicos en cualquier caso.

Alicia y Patricia no se conocen, aunque tengan muchas cosas en común o así he de suponerlo. Ambas, como Sísifo se pasan la vida empujando piedras enormes montaña arriba. Ambas saben perfectamente que volverán a caer por el otro lado pero tienen que seguir empujando, siempre sería peor quedarse abajo, junto a la piedra. Tiene que ser duro, lo es sin duda, saber que todos tus esfuerzos, todos tus intentos de empujar, de tirar hacia arriba, van a quedar en nada. Ha de ser difícil levantarse cada mañana y recurrir al Seroquel o al litio o a lo que sea, simplemente para poder pasar más o menos el día. Por prescripción médica, para más inri.

El Seroquel u otro antipsicótico. En diferentes dosis. Combinado con otros. La panacea, el paraíso soñado. Sí, dejan de ser ellas mismas (pero es que los médicos dicen que ellas mismas son peligrosas). Sí, pierden espontaneidad, “talento”. Pero son más dóciles, son capaces de seguir adelante. ¿Con mirada bovina? Puede. Pero son daños colaterales. Lo importante es que sean “normales” y para eso mucho mejor las drogas que cualquier otro método. Son más baratas y más manejables. No requieren más esfuerzo por parte del terapeuta que el acertar la dosis al prescribirlas…

Alicia y Patricia están hartas de químicos. Están hartas de no reconocerse en el espejo. Están ahítas de “normalidad”. Desean no depender de nadie más que de ellas mismas pero se han visto sin pastillas. Saben que es peligroso pero algo las empuja a tomar la decisión aunque pueda ser la equivocada.

Y un día se levantarán de mañana, se desperezarán y decidirán que no necesitan ayudas externas, que ya están hartas, que es suficiente. Y empujarán la piedra por la pendiente a pelo, sin drogas. Y la verán caer, otra vez. Y pensarán que no pueden, se acordarán del mar, porque las dos, como no podían ser menos, aman el mar. O la mar. Quizás las olas, quizás la dualidad vida-muerte, quizás simplemente aman, sin razones, sin explicaciones, sin psicoanálisis barato, el mar. O la mar.

Lanzarán las piedras lejos, para que sea el agua quien las levante y las baje, mientras ellas observan. Esperando la recaída. Pero esta no regresará, no sabrán cómo, no sabrán por qué, pero estarán curadas. Y podrán ser de nuevo el hada y la sirena. Ese día llegará. Aunque yo no sepa cuándo.

martes, 21 de julio de 2009

Las manos de los niños tienen una textura especial. Será la inocencia o será lo que sea, pero parecen hechas con un tejido a prueba de decepciones. Son suaves, tersas, tiernas. Da lo mismo que te cojan un dedo, que te acaricien o que simplemente te rocen con la yema de los dedos. En cualquiera de esos momentos te das cuenta de lo distintas que son, de lo que se echarán a perder con los años y la vida.

Las manos infantiles llevan en las uñas millones de sueños, algunos se te pegan cuando te arañan, más si es despacito. Llevan en la piel tantas posibilidades, tantísimas potencialidades, que hasta duele pensarlo. Son manos diminutas, un poco torpes incluso. Son manos que incitan a ser cogidas, a ser tomadas entre las de uno, a ser invitadas a dar palmas o a girar o a entrelazarse. Son manos deliciosas, pasarías horas mirándolas.

Las cándidas manos de los bebés no parecen aptas más que para el juego, pero lamentablemente algunas de esas manos serán asesinas luego, serán violentas, algunas pegarán con el puño cerrado o a palma abierta, otras robarán, las menos (o así cabe esperarlo) arrancarán vidas. Pero cuando son pequeñas, cuando son blandas y delicadas, eso todavía no se sabe. Es posible -solo posible, pocas veces probable- que en algunas ocasiones se vea venir. Se esconde entre los surcos, se disimula entre mollas pero ves que está ahí. Cierras los ojos…

Por eso es importante cuidar esas manos, darles crema de cariño y masajes de firmeza. Darles límites a las manos, no dejarlas del todo. No pensar que como son pequeñas, como son suaves, como son tiernas, solo serán capaces de lo mejor. Las peores manos, también fueron acariciantes, también dieron palmas y también rozaron con cariño. Las manos homicidas, las violadoras, las que sujetan y golpean, también fueron manos de niño.

viernes, 17 de julio de 2009


Despuésdenunca compuso esta canción:

Como mi sangre es tu suero
en ti se me va la vida
como mi suero es tu sangre
tu vida para mí es todo.

Bajo la lluvia me arrodillo
y los colores del cielo
se encienden tras mis párpados
telón caído que oculta
a mis actores destrozados
por la falta de amor.

( .......... cuéntaselo a un pájaro ....... y el silencio ............ dámelo a mí .....................
y no sufras por no hablarme ....................... sufre por ti .........)

Montado a lomos de un caballo
con las piernas partidas
recorrí praderas en mi dentro
entre olas de humo
huyendo de ti
huyendo de mí
huyendo de ti
de ti y de mí ............

No estoy en ningún lugar. explota dinamita en mi boca.
no quiero cerrar los ojos. los cierro ..........................
Multicolor la ausencia de pensamiento y el dolor , también multicolor. luciérnagas bastardas avisan del peligro y son el peligro, mariposas en la selva de estrellas vagan ...... amigos de la vida,. . .. .. .. .. .. .pocos
sus caras, . . . . . ... .. .... . espejos donde mirar
bombillas anónimas, . .. ............ ...compañeras en la noche

palabras violadas,..........continúan su deambular de boca en boca
de libro en libro

palabras putas, ........ sin serlo

( .......... cuéntaselo al gato recién nacido ...... y el dolor ...dámelo a mí ... yo ya sé lo que no quieres ............. bésame con él ......)

huecos de tijeras, ..... orificios de vacío enfermo
en los que perderse, .....minutos
animales exhaustos,.... de dar vueltas en la Gran Jaula Hombre
enemigos de la guerra, éramos tú y yo
hoy estamos armados hasta los dientes y el coñac nos da valor

hasta el estrangulamiento, .... pero no alivia el dolor, .... no .....

( ..........regálaselo al niño sin madre preparada para verle nacer ..... el ruido de vivir .......ya le arañará el corazón........... regálaselo ............................ como me lo regalaste a mí ..............)

la actualidad vestida de indiferencia tras huracanes de horror paralizante, ..... de alguna forma hay que seguir
infusiones con aroma, . soles durmiendo., ruinas volando,. juicios que duran un segundo, mírate, siempre tras las trincheras, tu infancia murió ayer,........................

un olivo seco,........... sin besos de lluvia
la tierra arrugada cuenta cuentos
jabalíes con chaqueta y corbata
conejos en conejeras de lata reproduciendo sin amarse
aglomeraciones de individuos convirtiéndose en gente
y anulados, anulándose

aglomeración de curiosos ante el último accidente

(............... dame tu aroma, dama de mi noche ................. susúrrame la melodía de tus caricias ......... llévame a tu isla ...... dame la rosa de tus entrañas ........ destapa tus heridas ...................... quiero lamerlas ...................)

El planeta de rodillas ante no sé qué Dios suyo............................................................

Como mi sangre es tu suero
seguiré dándote mi vida.
Como mi suero es tu sangre
en mí está escrito tu nombre.
Como mi sangre es tu suero
en ti nunca soy ausencia.
Como mi suero es tu sangre
en mí eres voz estrella .
Como mi sangre es tu suero
algún día lo sabrás todo
lo mucho que te quiero
lo que nunca supe decirte

lo mucho que te quiero ................ lo que nunca supe decirte ......................................


Y me da por pensar si me quedan cosas por decir…



miércoles, 10 de junio de 2009

Un comentario en “El amor nos hace eternos” sobre la duración de la ternura me ha obligado a recordar a Cecilio y María. Ya fallecidos ambos, vivían justo en el piso de arriba por lo que era bastante frecuente el cruzarme con ellos tanto en el ascensor como entrando o saliendo del portal. Nunca supe exactamente su edad, nunca me dijeron cuanto tiempo llevaban juntos ni ningún detalle de sus vidas. Les supongo matrimonio por cuestiones de edad y épocas, por complicidad y actitudes estoy seguro de que llevaban mucho tiempo juntos.

Siempre me pareció impresionante (y deseable) la forma en que Cecilio miraba a María, el modo en el que le sujetaba la puerta –siempre- para que pasara delante de él, la manera más o menos casual de rozarse las manos. No era extraño verles pasear, no era raro observarles cogidos de la mano, no era insólito –en ellos- que se besaran en público. Nada de eso les era ajeno por más que no sea corriente contemplarlo en ancianos: aún sin saber la edad estoy seguro de que cuando les vi por vez primera los setenta quedaban más lejos que los ochenta.

Hoy hace dos años que murió Cecilio. Casi seis meses que falleció María (ellas siempre viven más). Las lágrimas con las que ella me informó de la muerte de su esposo no se me olvidan, la serenidad con la que lloraba, derramando sin aspavientos, tampoco. La entereza en sus palabras, la seguridad con la que hablaba del sitio que su Ceci (nunca fue Cecilio para María, o al menos él se quejaba un poco en broma de eso) le estaba preparando para cuando ella decidiera acompañarle –no estaba todavía dispuesta, decía- a aquel lugar, las flores que él ya habría plantado, el café recién hecho… todo ello con la voz rota, destrozada por el dolor y con una, sin embargo, sonrisa dulce en la boca. Dulzura sin empalago, dolor sin medida, pero con la esperanza más allá del sufrimiento.

Hoy hace seis meses que no he hablado con ella y dos años que no me cruzo con él. Hoy hace ya demasiado tiempo que no envidio la devoción de cada gesto entre ellos, demasiado tiempo ya sin verles y sin pensar en Cecilio y María más que lo justo. Hoy, justo hoy, comprendo que la ternura puede ser infinita, puede ser perpetua.

martes, 9 de junio de 2009


«Vinimos por el agua – nos hicieron de barro.
El fuego de la vida – nos va secando.
Pasamos la pasión – que nos consume la savia – de la risa y el llanto.
Y al final quedamos – sin gesto – aprisionados.»
[José Val del Omar]

Vinimos por el agua y al agua vamos. Temblando como hojas, el miedo al final nos hace palpitar. El agua como símbolo, el barro, creación y descreación. La nada…

El todo. Buscamos la salida, respuestas sin preguntas. Todo son réplicas, todo es vacío. Nos asusta lo desconocido, lo ignorado es lo que nos lleva lejos. Es la búsqueda, es el hallazgo. El relámpago sin trueno y el terror ante la muerte.

Te miro y te encuentro, te deseo… como deseo el agua, la de la lluvia y el llanto, la del final y la del principio. La vida…

La muerte y la vida. La risa y el llanto. El agua y el barro. El fuego. Terremotos.

martes, 2 de junio de 2009


Tu pelo dibuja en mi hombro laberintos sin salida, tumbados sin prisa al sol de la mañana. Las sábanas revueltas son ya recuerdo y me descubro pensando que es mejor el abrazo matutino de piel desnuda que el más sincero de los sexos. Al menos algunas veces. Escondo mis dedos en tu melena y, poco a poco, desentraño los minutos, cuento las horas escondidas entre tus cabellos. Te desperezas y estiras, suspiras lentamente, llenando tus pulmones del primer aire consciente del día. Te beso los labios, los coso a los tuyos y ahí quedan, como pegados con caramelo caliente. Comprendo entonces que no es cierto que el amor nos haga libres, que el amor lo que nos hace es eternos.

martes, 19 de mayo de 2009

Madrid. La ciudad que nunca duerme -mucho menos que Nueva York, digan lo que digan-. Madrid, la castiza, la mestiza, la de en verano la paliza y en invierno la pelliza. Madrid, la calientapollas (o calientacoños, que haberlos haylos), la que aparentemente se va a dejar hacer pero no se entrega nunca del todo. La reservada, la fría, la acogedora… para el que es de dentro.

Madrid la oscura, la sucia, la de los aires de grandeza, la expansiva, la paleta. Madrid la ruin, la bohemia… en versión cutre. Madrid la querida, la odiada en la misma medida, la del centro dudoso. Amo el Madrid caótico, el incómodo, el de Amaniel, el de Barco, Tres Cruces y Desengaño, el de la calle del Pez y Minas y Madera. El Madrid austríaco, el de Malasaña, el de Lavapiés y el de Atocha. El del río y el Viaducto, el de las puertas diversas, el de Rosales. El Madrid de Pirámides y de Melancólicos, el de la Virgen del Puerto, el del cementerio de San Isidro.

No me interesan el Madrid de Capitán Haya e Infanta Mercedes, el cuadriculado salmantino o el del Paseo de la Habana. Mucho menos el de Castellana, el de padre Damián ni el de Concha Espina. Me cargan las mocitas madrileñas porque me cargan los himnos, casi todos aunque unos más que otros. Me sobra el Madrid de allende la M-30, no le niego a algún barrio el buen gusto pero son tan Madrid como cualquier pueblo periférico, absorbido pero periférico.

Madrid, denostada y querida a partes iguales; tanto como abandonada, acariciada muchas noches. La ciudad, la Ciudad para tenerla cerca siempre y cuando esté lo suficientemente lejos. Incluso el Madrid que adoro -el de los techos altos y los portales viejos, el que prefiero a esos chalés tan modernos de tanto pueblo ex dormitorio, que quiere ser ciudad (Ciudad no podrá nunca)- es más bello a la distancia adecuada. Me lo han contado las hiedras que como manos pudorosas esconden vergüenzas en los chalés citados, me lo han dicho los árboles, lo chillan los pájaros. Que prefieren el hollín y el negro de humo y mierda del centro (de cualquier centro) que el seto recortado y la flor plantada aposta; que eligen la muerte lenta y contaminada siempre que sea de pié, como cualquier guerrillero de segunda fila, antes que la tiranía de lo estético impuesta por algún ayuntamiento. Que optan por vivir antes que por sobrevivir…

Madrid, nunca es amante, nunca esposa, jamás propia. Es hembra lúbrica, demasiado; es macho lascivo y rijoso. Más enhiesto que la más erecta de las pollas, más abierto que el más mojado de los coños. Madrid, un lugar en el que no se puede vivir, pero al que apetece entrar una y otra vez. Siempre y cuando te deje salir después.

Categorias:

martes, 5 de mayo de 2009

Imagen de Santiago Caruso
Stop me, oh, stop me
Stop me if you think that you’ve heard this one before
Stop me, oh, stop me
Stop me if you think that you’ve heard this one before

Pues eso. Que me pares si ya has oído anteriormente lo que voy a decir, que no me gusta repetirme aunque me repita mucho, que odio que me escuchen y al final me digan que desde el principio sabían que me estaba repitiendo.

Pues eso. Que no todo el que escribe un libro (o lo que es peor, un blog) es el nuevo Bukowski, el nuevo puto Hank, ya se puede cagar en todo y hacer apología de alcoholismos diversos e incorrecciones políticas. Ni el nuevo Faulkner, ni el nuevo Salinger, ni el nuevo nada, por el amor de Dios. Que Capotes y Dos Passos solo hubo uno de cada y es más que suficiente así.

Pues eso. Que Borges (y no solo Jorge Luis) está más que sobrevalorado, que la mayoría de los grandes literatos y sus grandes obras son solo el resultado de combinaciones espurias de modas más o menos pasajeras y críticas pagadas. Que no hay novela mala o buena, seguramente, más allá de gustos personales. Que El Principito es inaguantable, tengas la edad que tengas y que el Ulises de Joyce no se lo debería haber leído ni la madre de Jaime (Joyce).

Pues eso, que me pares si me repito y que no te tomes este blog como nada superior a nada (ni siquiera en la mente del que lo escribe), que no pretendo enseñar nada y que no busco agradar a nadie que no sea a mi mismo. Que los textos son textos, tienen sentido cuando se escriben y poco más y que lo trascendente no está con toda seguridad en la palabra escrita. Que lo importante cuando escribes algo es lo que sientes tú cuando lo escribes y que no va más allá. Que esto es internet, la “red de redes” (risas). Que sirve para lo que sirve y que lo demás, vueltas extra.

Y que escuches más a los Smiths y menos a…


miércoles, 29 de abril de 2009


La televisión hipnotiza. La televisión seguramente atonta. Somos una sociedad más abducida que alienada. Necesitamos cada vez dosis de idiocia más grandes, no importan los efectos secundarios. Camellos venden de todo, juran mariposas en el estómago, auguran placeres eternos. Rechazo ofertas, tengo lo que necesito. Me pongo bostezo, directamente en vena, sin mezclar. Convoco a la luna llena a una pequeña reunión informal, presiento que no me hará caso pero he de intentarlo. Trato de convencerla de que no aliente el aullido de los perros, no me dejan dormir el sopor de la droga. Me da igual que provoque enamorados, que excite psicópatas y que haga bailar al mar. Haz tu trabajo, luna, yo estoy cansado ya.

El hastío me atenaza como deseo. Ingurgita chocolate en mis venas, cacao amargo de media mañana, bombón eres, en dulce te has convertido. Me cuesta distinguir la realidad, los ojos como cartón y pestañas rizadas, me cuesta entender lo que sucede. La programación ha terminado y si no me da igual. En un sopor sin descanso, sin REM, sin salida. No me da tiempo a pensar en buscar una nueva dosis, los músculos como papel de fumar no me responden. Dijo alguien que la nicotina era una amiga, menos dulce que la resaca pero más fiel. Busco en el enésimo cigarrillo una seguridad que no tengo, busco en la nueva calada una sensación que mi garganta de corcho, entumecida por el aburrimiento puro inyectado, ya no recuerda.

Va pasando el efecto, me siento mejor, me siento peor. Me siento y es lo que importa. Estoy, soy, hago. Cumplo, voy y vengo tratando de desentrañar el misterio, de encontrar un significado que aunque oculto, en el fondo conozco. Me desespero a veces pero siempre encuentro un motivo para seguir, hasta el próximo chute, hasta la próxima vez en que me deje vencer, por la afilada aguja del tedio, por la infinita lasitud, por la hartura y la indolencia infinitas. Te pido perdón entonces, otra vez, por algo que tantas veces ha pasado, por algo que se ha repetido desde hace tanto tiempo como un reloj, como un martillo. Te pido perdón porque soy un adicto, otro más, un puto yonqui de la indiferencia.

lunes, 30 de marzo de 2009

Dicen que la vida da sorpresas y doy fe de que es cierto. La casualidad me ha llevado a toparme con algunas bitácoras ajenas que, desconozco la razón, han tenido a bien plagiar algunos textos de los que se pueden encontrar por aquí. Concretamente, que haya encontrado, tres de ellos: Un bar pop, Mujeres de verdad y Creer para ver (los dos últimos en el mismo fotolog y casi seguidos que hay que ser poco original hasta para copiar y el primero en un espacio Windows live de esos). Realmente eso de copiar textos y colgarlos en internet como si fueran propios es algo que no termino de entender. Dejando aparte evidentes criterios de calidad (uno aunque padre sabe del valor objetivo de sus hijos), no comprendo la satisfacción de fusilarle unas cuantas frases a alguien. Podría ser por reconocimiento (no en vano la red de redes está llena de gentecilla diversa que solo busca eso mismo) pero, ¿satisface que te reconozcan un texto ajeno?

Habrá quien incluso crea que el que aquí se explaya lo hace buscando esa misma alabanza, ese jabón del que en alguna ocasión ya he escrito. Huelga decir que se equivoca el que así piense, aunque nadie tiene porque creerse nada. Habrá también el que crea que debo sentirme halagado porque “alguien se ha tomado la molestia” de copiarme, precisamente a mí y no a otro. Pues también se equivoca. Me molesta, me molesta porque ni lo comprendo ni me parece éticamente justificable. Uno, aunque ciego, entiende o cree entender las reglas de esta (que cursi suena) “red de redes”: desde el momento en que algo se cuelga por aquí, pasa a ser poco más o menos de dominio público. Yo mismo utilizo fotos e imágenes de diferentes artistas para ilustrar los textos, fotos e imágenes encontradas en internet. Para mí, ese uso es lícito, siempre y cuando se cite el autor o se haga explícito su origen. Por supuesto partiendo de que el mismo autor no se ofenda por el uso y haciéndolo sin ánimo de lucro. Lo que no me parece que se justifique de ningún modo es el intento de convertirse en autor de algo sin serlo y aún menos en este caso. Me explico: hace años, cuando este que escribe lo hacía en otros lares y seguramente con otras intenciones (los primeros textos firmados como Avatar que aparecieron en internet datan de octubre de 2004), ya fue plagiado junto con algunos de sus maestros y compañeros de correrías por aquel entonces. Fue en una página en la que pretendían cobrar por seguir leyendo un relato tras presentar una pequeña primera parte. Aquello se aclaró y los textos fueron retirados pero la sensación fue tal vez menos dolorosa (por aquello de que había una razón clara, poco entendible, pero clara).

¿Duele más el plagio cuando el objetivo no es ganar dinero, entonces? A mí sí. La razón ni yo mismo la tengo clara. Tal vez el hecho de la motivación económica me haga verlo como un acto de un pobre ladronzuelo y sin esa justificación como de un sinvergüenza sin escrúpulos… No lo sé. Dan ganas de atravesar espejos cual Alicia y arramplar con todo, dejándoles los trozos y los años de mala suerte. Dan ganas de dejar huérfano a tanto ciego de transparencia, dan ganas de disparar letras afiladas, de… Al final, pasará la tormenta, supongo, y esto no será más que el triste recuerdo y la risa cortante por el que quiso y no pudo o por el que fue tan torpe que ni de robar bien (sin dejar huella) fue capaz.




----------------------------------------------------

Actualización: el muchacho (Jared Grey o algo así) del doble plagio transparente (y múltiple opaco) ha cerrado o le han cerrado el chiringuito. No sé si regresará con otro disfraz. Permaneceré al tanto.

Categorias:

miércoles, 25 de marzo de 2009


- El tiempo es una jaula, te impide acercarte a los otros y, lógicamente, que se te acerquen. El tiempo es lo contrario a la libertad. Envejecemos, Avatar, nos hacemos mayores y cuantos más años cumplimos, más nos alejamos de los jóvenes, de los niños, de lo que éramos y queríamos ser cuando éramos niños o jóvenes.

Mariano sigue a lo suyo. Certero como siempre y con tantas ganas de discutir (en el sentido griego) como de costumbre. Hoy no me coge, estamos bastante de acuerdo a priori y yo no ando muy bien de tiempo. Paradoja: No tener tiempo de hablar del Tiempo…

- Avatar, ¿sabes cuándo nos volvemos a acercar al pasado? Cuando nos vuelven a interesar las mismas cosas que antaño. Yo tengo un hijo, lo conoces, dieciséis cumplió el otro día. Pues bien, desde que dejó de necesitarme a cada momento (hace ya trece o catorce años de eso) nos hemos ido alejando paulatinamente el uno del otro. Es mentira eso del instinto paternal, el maternal me lo creo pero el de padre llega hasta que el niño empieza a andar, más o menos, a partir de ahí es casi casi un competidor más. Te decía, ya no me necesita, ya hace tiempo que le es poco menos que indiferente mi presencia o ausencia, salvo para cubrir demandas parasitarias: dinero, favores… el otro día trajo una chica a casa, de su edad creo. Risa de cristal, sin estúpidos dejes adolescentes, conversación bastante agradable e inteligente… según mi vástago está además bastante buena aunque eso no lo pueda confirmar, no me pareció prudente toquetearla…

- Pues no, hiciste bien. ¿Me estás diciendo que la única manera de acercarse a lo que soñaste de joven es convertirte en viejo verde? Joder, Mariano…

- No. No necesariamente. Pero sí que pienso que es entonces –y solo entonces- cuando vuelves a estar cerca de tus hijos, cuando te gustan las mismas tías, bebes las mismas cervezas y pasan a ser más colegas que hijos.

No, no y más no. Vale que el tiempo te atrape y te deje dentro; pase que libertad y tiempo sean casi antónimos pero me niego a pensar que los hijos puedan ser colegas o amigos algún día. Siempre son hijos y siempre se les ve, o debe ser así, como lo que son. Amigos pocos, contados, casi familia si quieres, pero los hijos son otra cosa, distinta, en algunos casos mejor y en otros peor pero… otra cosa. Sin duda.

- Rompe tu jaula, dobla los barrotes y escapa Mariano, estás a tiempo…

miércoles, 18 de marzo de 2009


Vuelo 424 de Iberia. Destino Bilbao. Dos noches allí y de vuelta a casa. Parece mentira, viajar aquí al lado y más tiempo de estancia que en destinos más lejanos… Ley de Murphy, supongo. Llego temprano, taxi al hotel. En Derio, no había nada más céntrico, un antiguo seminario tremendamente parecido al Overlook de la peli de Kubrick. No vengo aquí con nieve ni harto de vino (chacolí por supuesto). Me gusta Bilbao, tiene sabor de ciudad vieja y montes para aburrir. Buena comida aunque sin clase media. El auge de la cocina vasca hace que pases del tapeo con pretensiones al asador con precios prohibitivos (como en Madrid, pero aquí es mucho más difícil encontrar restaurantes “normales”). Excelente vino y mayoría de gente de la de verdad, de la que te mira a los ojos y espera lo mismo.

Guggenheim, la lata de anchoas gigante, precioso por fuera y un parque cercano. Cuerdas de colores y niños jugando. Madres les miran y cuidan. Risas y agua. El recuerdo de tus ojos araña los míos… De vuelta al hotel, ducha y vuelta al centro. Cervezas y conversación. Lo divino y lo humano se confunden, no conozco a nadie, no lo parece, la gente charla y las ideas fluyen. Hotel de nuevo. Es extraño, me siento en casa… a 500 kilómetros. Paredes tapizadas en moqueta roja, como el suelo, con un gran zócalo del mismo tono que las puertas de las habitaciones: algo parecido al blanco sucio. Pasillos larguísimos, sin niñas en triciclo ni redrum escrito por ningún sitio. Es de agradecer.

Artxanda espera ya de mañana. El planeta de los árboles, vista sobre la ría, neblina y todo verde, muy verde. Recorro algunas zonas que casi casi parecen ya más parque que monte pero que tienen también su aquel. Recuerdo mi primera visita y aquel día de verano, de cielo azul y ancianos sabios, de nubes perezosas y memoria olvidada. Me gusta contemplar la ciudad, bastante apiñada, desde aquí. Sentir su latido y todo eso. Bajo al centro y me pierdo por calles empinadas y añejos adoquines grises, trato de digerir cada tono, cada paso, cada escaparate incluso. No me paro a ver monumentos, me perdería lo esencial. Camino y camino, absorbo lo que puedo y me vuelvo al rincón de los locos de Derio.

Decido finalmente cenar en el hotel, en un salón enorme con vidrieras casi siniestras a la luz de las arañas del techo, ojos pintados que parecen mirarte. Camareros amabílisimos sirven la cena. Vuelvo a salir, ya dormiré otro día. Repito ruta, busco amigos nuevos. Como siempre en esta ciudad norteña, en toda la zona en realidad (si por mí fuera solo existiría el norte en mis viajes), encuentro más de lo que busco. Lo paso bien pero tengo ganas de volver a casa. Estoy aburrido de viajes y de hoteles, de comer fuera, de beber vino, incluso. Me apetece llegar y no hacer nada. Solo estar y permanecer, solo seguir adelante.

El vuelo de vuelta se hace eterno, es corto pero los minutos se arrastran y el asiento es tremendamente incómodo, las azafatas han perdido todas las virtudes que eran corrientes hace años. El informe ha de ser negativo, por fuerza, una pena que sea sobre el viaje en sí, no sobre el destino. Volveré cuanto antes, tal vez no al mismo bocho, tal vez a otro pueblo o a otra ciudad, pero me temo (y me alegro) que será parecido. O así lo espero.

Categorias:

martes, 10 de marzo de 2009


Lento. Lento transcurre el domingo, nada se alza, nadie se levanta, no se puede hacer nada contra la monotonía. Despacio pasan las horas, soñando lunes y sufriendo de antemano la semana entrante. Los minutos tardan horas en convencer al minuto anterior, los segundos se arrastran raspándose contra el suelo sucio de tiempos de mentira. Madrugar o levantarse tarde solo sirve para engañar la mente, contándole trolas de diversión supuesta.

Lento. Lento transcurre el domingo, repta y se disuelve como los dalinianos relojes, se derraman sobre ti, despacio, muy despacio. El tiempo será una convención, nadie debe ya dudarlo, pero cuando te pasa por encima no lo parece. Cuando te cubre, cuando quema como cera caliente, dejas de pensar en convenios. Dan lo mismo. Te quedan fuerzas, si te quedan, solamente para pedirle al dios en el que creas que haga avanzar el tiempo más rápido, que pase el puto domingo aunque su premio sea un lunes.

Miras el reloj una vez y otra vez y otra vez y siempre es la misma hora, compruebas las pilas y siempre es la misma hora, te lo acercas al oído buscando escuchar el familiar tictac y está ahí, pero siempre es la misma hora. Miras el reloj y el calor, aunque haga frío, te envuelve, te acogota y te atenaza. No puedes moverte, no, y es siempre la misma hora. El tiempo es tu mortaja, te haces uno con el sofá (es más bonito con el Cosmos pero no en domingo) y es siempre la misma hora. La misma hora.

Pasa ya la mañana del domingo y aún te queda la tarde, ya falta menos para que sea el sueño el que te mienta de nuevo y haga girar las manillas más rápido, imperceptiblemente pero más veloz. Mucho más. Cuentas los momentos que te faltan para meterte en la cama, para olvidarlo todo, para reunirte con tus sueños o con tus pesadillas, lo que toque hoy. Llegará el lunes, pero esa es otra historia.

miércoles, 28 de enero de 2009


Es difícil recordar un momento concreto de una vida pasada. Es complicado porque el tiempo y la distancia modifican el recuerdo, lo hacen tan diferente al original que se hace fábula. Además la mente humana, otra quimera, se empeña en engañarse confundiendo términos, memoria con pasado. De este modo, nunca puedes estar seguro de que lo que tu mente te dice que sucedió, no sea fantasía pura y dura, más o menos parecida al suceso que acaeció, más o menos diferente de la realidad palpable.

Dicen los expertos, asimismo, que tendemos todos a enterrar los malos momentos pretéritos entre montañas de dulcificados acontecimientos, haciéndolos poco más que escoria y material susceptible de ser artificialmente revivido (a veces real, a veces no tanto) por los mercaderes del cerebro, los mercachifles de la psique que decía aquel, todo el batallón de psicólogos, psicoanalistas, hipnotizadores e ilusionistas y estafadores varios. Previo pago de su importe, por supuesto. Y no está mal que en este siglo que comienza casi y en el tercer tercio del pasado proliferen estos modernos confesores de ateos y agnósticos. Es un negocio como otro cualquiera, también hay hamburgueserías y politonos y dicen que es bueno.

Dicho lo anterior, no tengo nada claro que lo que para mí es un vívido recuerdo, no sea más que otro artificio de cerebro enfermo por definición. No estoy seguro, no puedo estarlo, de que lo que sucedió, sucedió realmente, de que lo que me hizo tal y como soy, lo hizo de verdad o por el contrario no es más que un castillo (a veces de arena fina y blanca y otras de cemento armado) edificado con cimientos de alucinación y arbotantes (ignoro en realidad si los castillos imaginarios tienen arbotantes) de fantasía.

Y es que me gustaría saber si la arrogancia me viene de serie, si me la he fabricado yo, si se debe a algo de mi pasado; me gustaría estar seguro de si tengo pocos recuerdos lejanos porque nunca sucedieron o si es una cuestión de incapacidad recordatoria. Porque solo recuerdo momentos en los que no estaba tan ciego, segundos en los que me parecía tenerlo todo claro, en los que el terreno en el que apoyaba los pies me parecía firme e inasequible al hundimiento. Y me siento arrogante por ello, porque estoy seguro (o casi) de que no siempre fue así, de que hubo otras épocas en las que me sentía de algún modo como ahora aunque me diera menos miedo resbalar. No tengo memoria de que haya habido un pasado en mi vida en el que, como ahora, haya tenido que pensar y repensar que paso dar a continuación, ningún momento atrás en el que haya tanta responsabilidad cargada sobre mi espalda y, por tanto, ningún momento en el que la audacia sea tan imprudente como en estos últimos tiempos.

Ni temo al futuro, ni temo al presente, así que aunque no sea Juan Sin Miedo, me niego a que el terror me paralice o me impida hacer aquello que crea necesario o bueno o justo o simplemente apetecible. Me niego y me rebelo ante cualquier pensamiento de esa naturaleza, me opongo con la mayor firmeza posible, no estoy dispuesto a dejarme vencer por la “madurez” o por la “responsabilidad”. Sé que ambas son guerreros legendarios, sé que muchos han caído antes que yo, muchos que eran mejores luchadores, pero hago todo lo posible por no unirme a esa larga lista de derrotados.

El problema viene cuando miro más allá, cuando busco en un anochecer naranja pintado de fuego una señal que a la que agarrarme clavando las uñas. El problema viene cuando toca mirar al frente, al naranja, y pelear. El problema viene cuando en esa batalla miro a mi alrededor y veo lo que veo, veo quién me acompaña, veo compañeros de guerra y simples y pequeños escuderos, los veo a todos ellos y en vez de insuflarme fuerzas en la flaqueza me obligan con sus ojos inocentes, sus ojos de virgen de guerra, a dejarme ganar, a rendirme ante el compromiso y la sensatez, a dejar que el pasado azuleje el futuro, a permitir que lo pretérito, lo recordado, sea lo que alicate el porvenir y que además lo haga con una sonrisa lo más amplia posible en el alma o en su defecto en la boca. Y me dejo vencer, por supuesto, no puede ser de otra forma. Y me como la arrogancia sin calentarla siquiera, me la trago fría y aún así, con sabor a mortaja en la boca, trato de sonreír con el alma o en su defecto con la boca. E incluso a veces lo consigo.

martes, 20 de enero de 2009

Mariano vende cupones en la esquina de mi calle. No tiene quiosco, ni nada que se le parezca: vende sentado en una silla de tijera con un panel de madera donde colgar los cupones. Su certificado médico, el que le hicieron cuando ingresó en la organización que le proporciona trabajo, dice que tiene no más de un veinte por ciento de visión en el ojo derecho y un quince en el izquierdo. Así que es oficialmente ciego, o casi. Pero Mariano ve mucho más que la mayoría de los que no son considerados como tal, porque ve con todo, no solo con los ojos, seguramente, como tratamos de ver el resto.

Mariano vende cupones pero regala pensamiento. Yo no soy dado a jugar a ninguna clase de lotería pero me gusta hablar con él, siempre tiene la frase perfecta, la idea correcta, el argumento diferente pero creíble… ayer me decía que ver no era importante, que lo fundamental era creer. Lo explicaba hablando de ciencia, la religión de estos tiempos –decía-, creemos lo que la “ciencia” nos dice, pero ni sabemos lo suficiente para creerlo más allá de la fe, ni nos planteamos discutirlo. En ocasiones –insistía-, por una cuestión de convenciones, de lenguaje, en otras por simple ignorancia.

Tiene razón Mariano, lo importante es creer, de que sirve ver, de que vale percibir el mundo, con el sentido que sea, si todo se puede poner en duda, nada vale más de lo que cuesta, nada es imprescindible, no digamos nadie. Los objetos no son rojos porque lo sean sino porque nos han explicado –y no hemos entendido del todo- que los vemos así, la longitud de onda y tal. Pero si nos hubieran dicho que son rojos porque Dios dice que son rojos, tendríamos prácticamente los mismos datos para creérnoslo. El ejemplo del color es bastante accesorio pero –seguía Mariano ilustrándome- con lo más complejo o con la más importante sucede lo mismo.

- ¿Y el amor qué es? ¿Es una reacción química, es un estado del alma? La muerte, es el final o el principio… etc, etc. De este modo no nos queda más que creer, creer para poder levantarnos cada mañana, creer para no rendirnos, creer para poder seguir vivos. Todo es creer, Avatar, ¿o no?

No supe que contestar. Siendo racional hasta extremos ridículos muchas veces, soy también muy dado a creer. Mariano dice que es lo mismo, poco se diferencia el racionalista radical del crédulo sin más. Yo no lo tengo tan claro. No estoy tan seguro de que sea imprescindible creer para poder ver, pero solamente por el entusiasmo con el que defendía la premisa… Ah, ese día me pareció ver que no vendió demasiados cupones. O eso creo.