lunes, 27 de noviembre de 2006

Foto de Jarek Kubicki
Porque tu almohada recién lavada no huele igual.
Porque eres el color del cielo entre las nubes.
Porque tienes aroma a sonrisa de madre lejana.
Porque a veces pareces un niño perdido que solo conoce su nombre.
Porque eres el frío en el calor y el calor en el invierno.
Porque eres sensación y eso es irrenunciable.
Porque en tus ojos está la tempestad y la calma.
Porque eres el banco en el parque.
Porque existen cuadernos impertinentes que se empeñan en que equivoques las letras.
Porque hay libros que nunca leerá nadie.


Porque no se puede, no se debe, morir de silencio.


miércoles, 8 de noviembre de 2006


He ido y he vuelto. El viaje ha sido mucho peor de lo que imaginaba. He conocido el horror en todas sus formas, incluso las más espeluznantes. He conocido el terror extremo, me ha atrapado aunque he conseguido desasirme. Me he visto perseguido por los secuaces del mal, he sentido sus fríos dedos alrededor de mis brazos. He tenido que sentir como los pelillos de la nuca (y aún de todo el cuerpo) se me erizaban ante los sonidos que llegaban a mis oídos. Mis ojos han estado a punto de saltarme de las órbitas y es que hay cosas que no se pueden soportar. Las luces, esas luces que hieren, que queman con sus estridentes colores. Las escaleras metálicas aullando todo el tiempo, pisoteadas por cientos, miles de pies. El suelo que retumba y protesta airado por el maltrato que recibe de esos pies. Tengo que escapar, pero no hay manera de hacerlo. Otros tipos han sufrido la misma suerte. Corrían despavoridos a mi alrededor, sin saber dónde huir, no había por donde hacerlo. Arriba o abajo, a derecha o a izquierda, sólo el caos, la destrucción, la corrupción en cada rincón, las personas chocando entre sí, caen al suelo, se pisan unas a otras y son arrolladas por la multitud aterrada, pero eso no les detiene, nada les detiene. Y siguen corriendo y tropezando y cayendo en una especie de frenética orgía de sangre y prisa.

Al menos yo he podido salir. He sobrevivido, a duras penas, pero lo he conseguido. Juro no volver a caer en la tentación. No me dejaré arrastrar de nuevo a pesar de que siento aún su extraña atracción. Tengo que conseguir recuperarme aunque mi entendimiento, ya bastante escaso, continúa repleto de las monstruosas y descarnadas imágenes rosáceas avistadas en medio de la multitud. Anoréxicos espectros me persiguen incluso en sueños con su enloquecida sonrisa torciéndoles el gesto. Incluso podría parecer que tratan de ayudar a superar el miedo. Sé que no es así, se que es sólo la demencia que trata de abrirse paso. Mi mente intenta huir desbordada por los recuerdos, pero es imposible. Me rodean los sonidos y los olores percibidos en aquellos momentos tan duros. Tengo los sentidos embotados por el trauma y la angustia. No me puedo quitar de la cabeza aquellas pavorosas sensaciones. Y sus voces, ¡Dios! sus voces. Aún resuenan en mi interior. No me puedo desprender de ellas. Y ese: “Ya es Navidad en el Corte Inglés”...