Te miras en el espejo-alma que es tu ventana al mundo. Ves en tus ojos el pasado pero no aciertas, ni aún así, a adivinar el futuro. Piensas que no puede ser esto lo que te fue reservado. La soledad es siempre amarga compañera de viaje, pero tú no estás sola. Estás contigo siempre. Estás con tus otros momentos que, si bien nunca fueron brillantes, te ayudan a superar los peores que vendrán. Experiencia, le llaman. Y una mierda. Se supone que la experiencia endurece la piel. Se supone que, si no evita sufrir, ayuda a sobrellevarlo. Se supone que te acostumbra de alguna manera al dolor, o por lo menos lo hace llevadero. Pero no es la soledad lo que te duele, ¿verdad?. No, no es la ausencia. Es el no saber hasta cuando. Es el dudar si volverás a confiar. Es la seguridad de que a ti nunca te va a pasar de nuevo. Pero en el fondo de tu alma sabes que no será así. Sabes que volverás a caer. Que volverás a tropezar otra vez con esa piedra. Y eso es lo que más duele. Y eso es vivir. Lamentablemente.
Te miras en el espejo-alma que es tu ventana al mundo. Ves en tus ojos el pasado pero no aciertas, ni aún así, a adivinar el futuro. Piensas que no puede ser esto lo que te fue reservado. La soledad es siempre amarga compañera de viaje, pero tú no estás sola. Estás contigo siempre. Estás con tus otros momentos que, si bien nunca fueron brillantes, te ayudan a superar los peores que vendrán. Experiencia, le llaman. Y una mierda. Se supone que la experiencia endurece la piel. Se supone que, si no evita sufrir, ayuda a sobrellevarlo. Se supone que te acostumbra de alguna manera al dolor, o por lo menos lo hace llevadero. Pero no es la soledad lo que te duele, ¿verdad?. No, no es la ausencia. Es el no saber hasta cuando. Es el dudar si volverás a confiar. Es la seguridad de que a ti nunca te va a pasar de nuevo. Pero en el fondo de tu alma sabes que no será así. Sabes que volverás a caer. Que volverás a tropezar otra vez con esa piedra. Y eso es lo que más duele. Y eso es vivir. Lamentablemente.