martes, 24 de enero de 2006

R. PAWLENTY2

Te miras en el espejo-alma que es tu ventana al mundo. Ves en tus ojos el pasado pero no aciertas, ni aún así, a adivinar el futuro. Piensas que no puede ser esto lo que te fue reservado. La soledad es siempre amarga compañera de viaje, pero tú no estás sola. Estás contigo siempre. Estás con tus otros momentos que, si bien nunca fueron brillantes, te ayudan a superar los peores que vendrán. Experiencia, le llaman. Y una mierda. Se supone que la experiencia endurece la piel. Se supone que, si no evita sufrir, ayuda a sobrellevarlo. Se supone que te acostumbra de alguna manera al dolor, o por lo menos lo hace llevadero. Pero no es la soledad lo que te duele, ¿verdad?. No, no es la ausencia. Es el no saber hasta cuando. Es el dudar si volverás a confiar. Es la seguridad de que a ti nunca te va a pasar de nuevo. Pero en el fondo de tu alma sabes que no será así. Sabes que volverás a caer. Que volverás a tropezar otra vez con esa piedra. Y eso es lo que más duele. Y eso es vivir. Lamentablemente.


lunes, 23 de enero de 2006


Estabas dormida. El agua, mansa, lamía tu cuerpo desnudo. Me sorprendió tu palidez casi tanto como que hubieras escogido el río para tu dormir normalmente inquieto. Las algas rodeaban con ternura tus tobillos queriendo atraparlos y los peque&ntildeos peces se acercaban a ti una vez perdido el miedo. Inmóvil, les dejabas hacer sin preocuparte de que intentaran juguetear en la proximidad de tu sexo. Alguna vez me habías dicho que te excitaba sentir tu piel caliente enfriada por el agua, sin tela que se interpusiera en tu comunión con ella. Era agradable sentir como sentías mezclarte con el agua, decías. Tu pelo flotaba libre y se ondulaba con el leve ir y venir cada vez más líquido. Tus ojos cerrados y tu boca entreabierta, decían más de la profundidad de tu sue&ntildeo que cualquier palabra que me viniera a la mente. Recordé el sexo pasado y deseé ser agua, empapándote. Te llamé, te llamé pero no me contestaste. Me acerqué y comprendí que tu descanso era como el de Ofelia, eterno.


jueves, 19 de enero de 2006

Foto de Razvan Petre


Has perfumado, niña, tus muñecas con sangre. Has dejado tu inocencia a un lado para violar tus venas. Has abierto tu vida y te has mostrado más desnuda que nunca. Has derramado lágrimas rojas bajo el agua caliente. Has visto como el cuello te latía, cada vez más despacio. Has echado tu cabeza para atrás y has reído a carcajadas. Has bajado los ojos. Has pensado en ello. Has desperdiciado el dolor y la rabia. Has confundido el desprecio. Has ahuyentado el miedo. Has maniatado tus recuerdos y te has apartado de ellos. Has huido del pasado y has perdido el futuro. Has decidido por primera vez por ti misma. Has dejado de ser niña. Has dejado de ser. Desde ahora, niña, te querré siempre.