miércoles, 10 de junio de 2009

Un comentario en “El amor nos hace eternos” sobre la duración de la ternura me ha obligado a recordar a Cecilio y María. Ya fallecidos ambos, vivían justo en el piso de arriba por lo que era bastante frecuente el cruzarme con ellos tanto en el ascensor como entrando o saliendo del portal. Nunca supe exactamente su edad, nunca me dijeron cuanto tiempo llevaban juntos ni ningún detalle de sus vidas. Les supongo matrimonio por cuestiones de edad y épocas, por complicidad y actitudes estoy seguro de que llevaban mucho tiempo juntos.

Siempre me pareció impresionante (y deseable) la forma en que Cecilio miraba a María, el modo en el que le sujetaba la puerta –siempre- para que pasara delante de él, la manera más o menos casual de rozarse las manos. No era extraño verles pasear, no era raro observarles cogidos de la mano, no era insólito –en ellos- que se besaran en público. Nada de eso les era ajeno por más que no sea corriente contemplarlo en ancianos: aún sin saber la edad estoy seguro de que cuando les vi por vez primera los setenta quedaban más lejos que los ochenta.

Hoy hace dos años que murió Cecilio. Casi seis meses que falleció María (ellas siempre viven más). Las lágrimas con las que ella me informó de la muerte de su esposo no se me olvidan, la serenidad con la que lloraba, derramando sin aspavientos, tampoco. La entereza en sus palabras, la seguridad con la que hablaba del sitio que su Ceci (nunca fue Cecilio para María, o al menos él se quejaba un poco en broma de eso) le estaba preparando para cuando ella decidiera acompañarle –no estaba todavía dispuesta, decía- a aquel lugar, las flores que él ya habría plantado, el café recién hecho… todo ello con la voz rota, destrozada por el dolor y con una, sin embargo, sonrisa dulce en la boca. Dulzura sin empalago, dolor sin medida, pero con la esperanza más allá del sufrimiento.

Hoy hace seis meses que no he hablado con ella y dos años que no me cruzo con él. Hoy hace ya demasiado tiempo que no envidio la devoción de cada gesto entre ellos, demasiado tiempo ya sin verles y sin pensar en Cecilio y María más que lo justo. Hoy, justo hoy, comprendo que la ternura puede ser infinita, puede ser perpetua.

19 comentarios:

  1. Pues yo me imagino a Ana y JuanFran así....

    Precioso... un hecho insólito en estos tiempos...

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  2. Beatxu/suigeneris: Así... ¿de arrugados?

    Pobrecillos Ana y JuanFran, están ajados pero no tanto.

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  3. No, bobo... como Ceci y María...
    Y la arruga no era bella? Pues eso, que les quiten lo bailao...

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  4. Beatxu/suigeneris: Ya, ya, si te había entendido.

    Desde luego, que les quiten lo bailao, sí. Claro que es bella la arruga, dice más que el mejor de los lifting...

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  5. Es imposible no derramar una lágrima leyendo este texto, en especialmente gráfico el momento en que María llora la muerte, la serenidad porque así es cuando, después de tantísimos años en el mundo, comprendes que la muerte está en la esquina, y cuántos muertos no habrá llorado María.

    Me he quedado hecha polvo, avatar...

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  6. Bettyylavida: Pues la idea era justamente la contraria, siento que el resultado haya sido ese.

    Besos

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  7. Me has hecho reflexionar sobre lo que muchas personas anhelan tener y que sólo consiguen por mera casualidad, ya que en el amor entran muchos factores en juego.

    Tus palabras han sido perfectamente tiernas con lo que describías, me encantó.

    Besazos.

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  8. Malalua: Creo bastante más en la causalidad que en el azar, por muchos factores que entren en juego eso no hace (en mi opinión) más azaroso el amor sino más complicado, menos previsible. Probablemente después de suceder cualquier acontecimiento en este terreno puedas analizar la o las causas, otra cosa es que sean evitables fácilmente.

    Besos

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  9. Emociona el texto sí, pero son de esas emociones que te llegan con una sonrisa en la boca. Como cuando recuerdas a alguien querido y que ya no está contigo, siempre lo haces con la sonrisa y la lágrima, las dos cosas juntas.

    Muy bonito.

    Por fin lo leí. ;)

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  10. Qué buena imagen, es realmente hermosa.


    (Uh, hacía mucho que no me quitaba el antifaz)

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  11. Lhuna: Para mí, es más con la sonrisa que con la lágrima, pero...

    Me alegro de que lo hayas leído y de que hayas comentado (hacía tiempo ya). También de que te haya gustado, claro. Besos.

    Holden: La Trautner es lo que tiene, un álbum de fotos geniales.

    Sí hacía tiempo sí. Se te echaba de menos.

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  12. ¿Y porqué no también la pasión? Serena, pero entusiasta.

    Me alegro que te guste Katrin Trautner. A mí me encanta.

    Un beso.

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  13. La vida es un estercolero en el que a veces encuentras bonitos cristales reflejando la luz del sol.

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  14. Madame X: También la pasión por supuesto, revestida de ternura en este caso.

    Claro que me gusta, claro que te gusta.

    Besos.

    Southmac: Sí, lo complicado muchas veces es encontrarlos, pero están ahí si rascas lo bastante fuerte. O así quiero creerlo, al menos de vez en cuando.

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  15. La foto y el relato.Escritor y testigo, Cecilio y María no mueren más. Gracias.

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  16. Al instante la imagen refleja toda la ternura que transmiten tus palabras. Definitivamente, en nuestros tiempos, relación de una en miles. Yo también recuerdo a mis queridos seres con una sonrisa especial, esa q refleja ternura perpetua.

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  17. Mar: De nada, aunque tengo la sensación de no haber hecho nada "agradecible".

    Bienvenida

    Anónimo: El recuerdo que refleja es el que vale. Gracias y bienvenido/a.

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  18. Pequeña perla, Mothman. Directo al sistema límbico. Escrito sin excesos y con las palabras precisas. Enhorabuena. Curiosamente en consonancia con la entrada que publicaré muy en breve, por lo que siento especial empatía con tu forma de sentir.

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  19. Muchas gracias Carlos por tus palabras.

    Estaré atento a tu entrada, como de costumbre,

    Un abrazo.

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