jueves, 10 de abril de 2008

Duérmete niño, duérmete ya. Si no lo haces vendrá un guardia civil completamente borracho con un artilugio de esos de soplar en cada mano y te llevará con él. Le tendrás que llamar padre (a la benemérita no le gusta lo de papá) y no volveremos a vernos. Crecerás lejos de aquí y con suerte y un tricornio serás como él, controlarás el tráfico y obligaras a los “malos” a llamarte de usted. Él estará orgulloso y yo moriré de ausencia.

Duérmete niño, duérmete ya. Si no lo haces, pronto, mañana no habrá desayuno, ni comida ni cena. No hay raciones para niños desobedientes, solo los nenes buenos, los que tienen las manos limpias (todos los niños las tienen, siempre, pero los adultos no sabemos verlo, hace demasiado tiempo desde la última vez que nos las lavamos y hoy nos siguen chorreando maldades pasadas y presentes), los que hacen caso a los mayores tienen derecho a recibir algo a cambio, aunque solo sea desprecio.

Duérmete niño, duérmete ya. Ya es tarde. Las brujas, los ogros y los señores del saco están acosando a otros críos, no hay para todos. Overbooking lo llaman, a esto también. No te asustaré con ellos, no es necesario. Tienes bastante con lo que tienes alrededor, cada día, cada noche, cada segundo.

Duérmete niño, duérmete ya. Duérmete de una puta vez. Si tengo que volver a venir a cantarte esta preciosa nana no sé si sabré contenerme. Tal vez se me vaya una mano o las dos o los dientes. Tal vez golpee, arañe, muerda, torture. Tal vez haga cosas de las que después me arrepentiré pero de las que siempre te acordarás más tú que yo. Tal vez termine todo así. Y no creo que tú quieras eso.