miércoles, 29 de abril de 2009


La televisión hipnotiza. La televisión seguramente atonta. Somos una sociedad más abducida que alienada. Necesitamos cada vez dosis de idiocia más grandes, no importan los efectos secundarios. Camellos venden de todo, juran mariposas en el estómago, auguran placeres eternos. Rechazo ofertas, tengo lo que necesito. Me pongo bostezo, directamente en vena, sin mezclar. Convoco a la luna llena a una pequeña reunión informal, presiento que no me hará caso pero he de intentarlo. Trato de convencerla de que no aliente el aullido de los perros, no me dejan dormir el sopor de la droga. Me da igual que provoque enamorados, que excite psicópatas y que haga bailar al mar. Haz tu trabajo, luna, yo estoy cansado ya.

El hastío me atenaza como deseo. Ingurgita chocolate en mis venas, cacao amargo de media mañana, bombón eres, en dulce te has convertido. Me cuesta distinguir la realidad, los ojos como cartón y pestañas rizadas, me cuesta entender lo que sucede. La programación ha terminado y si no me da igual. En un sopor sin descanso, sin REM, sin salida. No me da tiempo a pensar en buscar una nueva dosis, los músculos como papel de fumar no me responden. Dijo alguien que la nicotina era una amiga, menos dulce que la resaca pero más fiel. Busco en el enésimo cigarrillo una seguridad que no tengo, busco en la nueva calada una sensación que mi garganta de corcho, entumecida por el aburrimiento puro inyectado, ya no recuerda.

Va pasando el efecto, me siento mejor, me siento peor. Me siento y es lo que importa. Estoy, soy, hago. Cumplo, voy y vengo tratando de desentrañar el misterio, de encontrar un significado que aunque oculto, en el fondo conozco. Me desespero a veces pero siempre encuentro un motivo para seguir, hasta el próximo chute, hasta la próxima vez en que me deje vencer, por la afilada aguja del tedio, por la infinita lasitud, por la hartura y la indolencia infinitas. Te pido perdón entonces, otra vez, por algo que tantas veces ha pasado, por algo que se ha repetido desde hace tanto tiempo como un reloj, como un martillo. Te pido perdón porque soy un adicto, otro más, un puto yonqui de la indiferencia.