Agosto se acaba por fin y ya parece que llega septiembre, se modera el calor (aunque siga sudando) y Madrid sigue vacío a pesar de la crisis: hay cosas desde luego irrenunciables, vacaciones, cañas, tapas, quejas... Todo parece más blanco, saturado en blanco realmente. La luz no ha cambiado, el aire asfixiante tampoco.
Vivimos tiempos difíciles, tiempos de comida preparada, de anuncios que venden “salud” disfrazada de Omega 3 y colesterol bueno, de lenguaje degradado hasta extremos de náusea constante y de pérdida del escaso pudor que nos quedaba. Visita una playa, a poder ser levantina, de esas de mar de mentira y arena y agua calientes, de las de chiringuito y fritanga, paletos y guiris naranjas. Verás como paso a paso, poco a poco se ha ido perdiendo la vergüenza, la que antaño impedía ponerse bikini o hacer topless a las mayores de sesenta, la que (con la salvedad de aquellos meybas absurdos) impedía a los gordos y a los fofos (que no siempre es lo mismo) plantarse grotescos bañadores de lycra ajustada. Ya no queda nada de aquel recato que dejaba el más absoluto de los ridículos para la intimidad de paredes adentro, no queda nada en las lenguas ni en los cuerpos de las personas.
Vivimos tiempos difíciles, tiempos de políticos lamentables en todas las facciones, de periodistas a las que deberían quitarles el título si lo tienen, tiempos de radiofórmula y de libros sin ningún sentido (nunca antes se habían publicado tantos títulos de usar y tirar, tanto compendio de anécdotas, tanta pérdida de tiempo en forma de panfleto firmado por el famosete de turno y seguramente malescrito por algún talentoso mercenario de las letras que por otro lado jamás verá publicada su propia obra, sin duda de mayor calidad). Mientras tanto, el “público objetivo”, o sea todos, que nunca había estado tan más allá de la alienación tremenda, se conforma con cualquier cosa, con veranear en Marina-D’Or-ciudad-de-vacaciones-vacaciones-todo-el-año, con consumir y consumir, con pensar lo menos posible.
Pero agosto se acaba y con él una parte de toda la mierda que llevan dos meses vomitando por la pequeña pantalla, inmundicias que serán convenientemente sustituidas por basura nueva, así como los becarios serán reemplazados por las grandes estrellas catódicas de nuevo. Agosto se termina y con el calor se irán los cuerpos medio desnudos de toda índole y tendremos que mirar de nuevo el interior. Se irá la luz blanca cegadora, se irán el sudor y los huecos para aparcar. Agosto finaliza en breve y confío en que regrese parte de la cordura perdida aunque dudo que sea en septiembre.