martes, 22 de julio de 2008



Todas las mañanas, en diferentes horarios pero con sorprendente puntualidad a pesar de todo, pasa por delante de la puerta de la empresa en la que trabajo un grupo de chicos y chicas, señores y señoras y cuidadoras (lo siento, no pasan cuidadores, perdonéseme el talante). Todas las mañanas, con puntualidad británica, oigo sus pasos desde mi mesa y todas las mañanas bajo a fumarme un cigarrillo procurando coincidir con el paseo.

Saludo y me saludan , todas las mañanas, los chicos y las chicas, los señores y las señoras, todos sin excepción. No así las cuidadoras, que continúan andando sin ni siquiera girar la cabeza. Hay mañanas en las que mi humor - normalmente es serio, casi adusto – no está para demasiadas alegrías, ni siquiera para cortesías, pero aún así me esfuerzo en saludar y en sonreír pues ellos y ellas siempre sonríen, cada mañana, sea cual sea su humor, haga calor o haga frío, llueva o truene. Si hay paseo, hay sonrisas, siempre.

Todas las mañanas, o casi todas, hay más gente en la calle además de mí y de los paseantes y todas las mañanas o casi todas alguien dedica una parte de su infinito desprecio a hacer lo propio con nuestros saludos y sonrisas. A veces, algunas mañanas por lo tanto, he estado tentado de contestar dicha burla pero siempre he terminado dejándolo estar, toda vez que ni la cantidad ni el tamaño de las sonrisas de los caminantes menguaban o disminuían.

Sé o creo saber la razón de la reacción de una gran parte de esa otra gente y casi me atrevería a decir que sé lo que piensan cuando los ven: piensan que son un grupo de imbéciles, retrasados, subnormales, mongólicos, monguis, tupis o cualquier otro epíteto que supongo variará de una mente a otra pero que en el fondo significará lo mismo. Yo creo que piensan eso porque se dan cuenta de que son felices y ellos con toda su (en su criterio) enorme inteligencia se saben incapaces de algo tan sencillo, tan simple, tan imbécil, tan retrasado, tan subnormal, tan mongólico, tan mongui, tan tupi, como ser capaces de sonreír cada día, cada mañana, sea cual sea su humor, haga calor o haga frío, llueva o truene. Tan imbécil y tan maravilloso. Tan envidiable.