miércoles, 21 de junio de 2006

Foto de Emil Schildt

El agua caliente limpia los recuerdos de tu cuerpo. Lamentas que se vayan todos pero no hay forma de lavar solamente los malos. Su olor, antes presente en toda tu piel, va poco a poco diluyéndose, como se diluyen sus rasgos en tu mente, casi ya está olvidado. Es curioso, nunca pensaste que fuera a ser, precisamente él, el que te hiciera sentirte así. Nunca pensaste porque hace tiempo que decidiste dejar de pensar. Es incompatible. No sabes si te volverá a llamar, no sabes si él te recuerda como tú a él, no sabes casi nada. Pero esperas que lo haga. Si lo analizas, te das cuenta de que realmente no le amas, es demasiado pronto o demasiado tarde, quién sabe. Si lo analizas, comprendes que la necesidad de cariño te empuja en una dirección nunca anhelada. Si lo analizas, intuyes que seguramente no pueda ser, seguramente no volverá a llamarte, seguramente no os volveréis a ver nunca. Así que decides no analizarlo. Tal vez sea lo mejor. Tal vez, aprendas esta vez y tengas más cuidado la próxima. Tal vez lo que te ha sucedido sirva para que no vuelva a repetirse. Tal vez, tal vez, aunque no estás segura de querer que sea así. El teléfono te saca de tus ensoñaciones e incluso de la bañera. A lo mejor es él, piensas. O a lo mejor es otro cliente.