viernes, 27 de abril de 2007


Los edificios, con sus enfisemas de hollín ajado, resisten a duras penas los embates de los días y la dejadez. Atardece sangre y minio en el barrio y el cielo gris va oscureciéndose poco a poco. En un ático desde dónde se aprecian los hermosísimos tejados de acero y uralita, el niño sin brazos le dice a la niña sin piernas: “eres preciosa” mirándola con grandes ojos azules brillantes de inocencia casi olvidada. “Ciego de mierda”, contesta ella y se besan con lujuria aún no ensayada.

El perro abandonado mastica soledad en su refugio de mentira. Otros vagabundos del cartón, del de vino y del que se antoja plumón en invierno, saben lo que hay, siempre lo saben. Pregúntales a ellos. Yo no tengo demasiadas respuestas.

Tristezas prestadas en mercadillos de segunda roban las lágrimas a las amas de casa neuróticas del barrio. Adictas por igual a la telenovela y a la Tienda en Casa, miran una grabación de Saber Vivir con un vaso de vermú barato en la mano y los ansiolíticos en el desvencijado armario del baño. Sus maridos eructan odio en el bar (este sábado hay partido) y se emborrachan soñando con la vida que nunca tendrán. Después, calientes de cerveza y boquerones en vinagre volverán a casa y tendrán unas palabras con sus queridas esposas: “don-de-es-tá-la-ce-na”.

Nunca es lo bastante de noche para los gatos ni para los niños. Juegan juntos, eso creen, entre las calles sucias y preñadas de basura ajena. Se persiguen, se acorralan, se escapan y vuelta a empezar. Ya va siendo hora de volver a casa pero nadie se preocupa de mirar el reloj, sus padres tampoco lo harán.

En un asqueroso portal clientes, chulos y sus putas intercambian codazos por ser los primeros; en huir, en salir, en buscar nueva clientela. Cuando el amor es transacción, el sexo no tiene sentido, nada lo tiene realmente. Las prostitutas del barrio reciben la heroína en sus brazos con infinito placer, es esa, la de la aguja, la única penetración que eligen, la única que les llena realmente.

Comienzan a llover goterones gruesos como meteorólogos que caen contra el suelo. El ruido es ensordecedor pero la sangre salpicaría más. “Graniza”, musita un anciano medio sordo al “sentir” los porrazos. Es la visión del que fue idealista, el punto de vista del que se conoce y cuenta los días que le quedan en vez de los que ha vivido, la perspectiva del visionario utópico, del que se agarra a los cumpleaños en negativo, no celebrando la muerte por venir pero anticipándola.

Es el latido del barrio olvidado, es el sentir al margen de las estudiadas zonas residenciales y de los caóticos extrarradios, es el centro de la vida en la ciudad enferma.

En su balcón rehabilitado por el ayuntamiento, Esperanza riega una planta raquítica que heredó del anterior inquilino. Sabe que terminará por renacer, que sobrevivirá al fin y al cabo. Es una superviviente, como ella.

En cada barrio, en cada ciudad, siempre hay una Esperanza dispuesta a colorear un poco el gris, a darle vida, a ser el centro de la regeneración. Siempre hay una Esperanza. Y a eso se aferran con garras de acero sus habitantes.

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Dedicado a Tomás, amigo, L’Uomo della Spina, él sabe por qué.



7 comentarios:

  1. ciertamente, las palabras no me alcanzan, se quedan ridículas, arrinconadas, se quedan tristes, si porque no saben decir cuánto, cuánto, le estremecen tus letras. Si, mejor guardar silencio. Un abrazo, Silvia.

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  2. juan sencillo sencillo: Quiero ver algo positivo en ese estremecimiento. Visto así, se agradece el provocarlo. Muchas gracias por leer y comentar. Otro abrazo.

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  3. A llovido mucho desde la primera vez que entré aquí. Desde entonces lo hago a menudo, pero desde mi papel de espectador callado. Hoy rompo mi silencio para a mi manera dar las gracias por el placer de leerte y por la cantidad de bellas fotografías que he descubierto gracias a ti.
    Nefastófeles

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  4. Qué maravilla de relato. Me deja sin palabras la historia de los niños.

    Besos orgiásticos.

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  5. nefastófeles: Bienvenido entonces.
    Muchas gracias por tus palabras, me alegro de que te guste.
    Saludos

    ella: Gracias ella. Siempre tienes palabras, no mientas.
    Besos incrédulos.

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  6. Me ha encantado, me ha llegado al alma, profundamente... de verdad!!

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  7. Mercedes: Gracias, no será para tanto, pero gracias. Un beso

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