lunes, 20 de agosto de 2007


El mar o la mar. El mar masculino, superficial y tan sutil como un mármol renacentista, refugio y razón de sombrillas y crema para el sol, de top-less indecentes (no por mostrar sino por las cualidades de lo mostrado) y niños y cubos y palas de plástico. Grial de clases medias, incapaces de apreciar nada. Mar macho, arrogante para mal, presumido en el absurdo, mejor cuanto más caliente, superior cuanto más en calma, preferido mejor muerto. Amparo de tanto imbécil, resguardo de ánimos planos, lisos, sin voluntad ni categoría.

El mar. O la mar. La mar, femenina, ella, es olas y es adioses. Es espuma en la arena, es sal en la boca y en alma. Es belleza, es el nudo en la garganta, es el deseo y la lujuria. La mar, hembra hambrienta, como madre da la vida y como vieja zorra, que también lo es, la quita. Rompe y pare, engendra y asesina por igual. Dos monedas con muchas caras y muchas más cruces. Una vieja idiota de baba blanca, la furia y la calma, la sal –siempre la sal- y el sudor. La esperanza y el verdugo escondido tras la esquina, la mar, siempre la mar, siempre elegible, norteña y salvaje, por desatada y furiosa, por viva.


2 comentarios:

  1. Me encanta, me encanta, me encanta!!!!

    ¿Sabes? Siempre he dicho la mar en lugar de el mar, pero llevo unos añitos que, dada mi aficción casi obsesiva o adicta a ese mundo marino mío y mi escaso por no decir nulo interés por las relaciones lésbicas, he optado por forzarme a nombrarle macho ;),que me pega más ...

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  2. glauka: deberías insistir con la feminidad marítima, los machos resérvalos para lo terrestre...

    Besos

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