jueves, 22 de agosto de 2013

Foto de Chema Madoz


Obedezco, pues, las patadas de mi bestia y salgo al encuentro. De nuevo. Con el miedo habitual. Con el pudor conocido. Un ciego que, otra vez, enseñará las cuencas vacías de sus ojos, para quien le gusten, para quien sienta asco o lástima, para quien quiera besarlas, llenarlas de lágrimas o apretarlas, a ver si sangran. Un ciego que, siempre es distinto, ya no es el que escribió Bodas de Plata, Verónica o Ana la Friolera. O que si lo es, pero que además es otro ciego. Distinto, nunca mejor ni peor. Eso espero. Uno que conoce, ahora sí, el fuego.

Sed bienvenidos. De nuevo.



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