miércoles, 17 de octubre de 2007



Pregunté por ti y el salitre me contestó con una bocanada seca y salada. Pregunté por ti cuando llegué al mar y las gaviotas se reían de mí dando vueltas en el aire. Pregunté por ti, sí, lo hice aunque me había prometido que nunca caería tan bajo. Porque te echaba de menos, me dije y eso justificaba todo lo demás, incluso aquellas preguntas sordas y cobardes, que al fin y al cabo sabía a quién debía preguntar si de veras quería encontrarte. Me resultó más cómodo el saberme esforzado, el engaño estúpido (al final todos los engaños terminan por ser autoengaños, no engañamos a nadie aparte de a nosotros mismos) de sentir que había hecho todo lo posible.

Me senté en la soledad de la playa norteña en invierno, mirando el ir y venir perezoso de las olas olvidadas durante meses. Y me solacé en la sensación de pérdida, en la compasión (al final todas las compasiones son autocompasión, nadie se compadece ni más ni mejor de nosotros que nosotros mismos) y en la seguridad que da el dolor profundo. Observé el horizonte difuminado en la neblina que lo desdibujaba todo y lloré hasta no diferenciar el sabor de mis lágrimas y el de las salpicaduras marinas.

Me aferré al recuerdo de tu risa, a la memoria difusa que se empeña en empañar lo bueno disimulando y camuflando lo menos placentero hasta que es demasiado tarde, hasta que cuando te abofetea ya no puedes ni esquivar el golpe. Me agarré con ambas manos a la evocación de tus labios y tus ojos y tus manos y tu piel. Me sujeté al pasado (al final todo lo pasado es superfluo aunque duela y queme y rasgue y rompa y sangre) sabiendo que no volvería a tenerte jamás entre mis brazos y supe que ya no me importaba. Esa certeza fue la que me destrozó del todo.


4 comentarios:

  1. Aunque te prometas no preguntar, la mente es muy traicionera, y parece que lleva una vida a parte de tu voluntad. Y por supuesto, nos autoengañamos, claro.

    Nadie conoce mejor que tú las penurias que estás pasando, y nadie sabe como te sientes. Pero habrá que pensar que ese sentimiento puede venir de un autoengaño, o que su magnitud es tan grande como nuestra caprichosa mente quiera.

    Y darte cuenta que el pasado no importa, que lo que de verdad importa es el día a día, los ojos que miras, las letras que lees, los sentimientos que atormentan, golpean, sacuden...esos; todo eso te hace vivir, ahora.

    Veeeeees! cenutrio, este si que me ha tocado la patata.

    BSS

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  2. Que sensación mas amarga, no se si corresponden a tus sentimientos o es un escrito, de cualquier manera, me necanta como te expresas, y si esa es tu vivencia actual, te deseo animos y fuerza para continuar hacia adelante.
    Un besito

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  3. El deseo, el ansia, el fuego.... Soy adicta al recuerdo.

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  4. lhuna: La soledad es aún más traicionera, nos engaña haciéndonos creer que la deseamos.

    besos

    entregada (luana): No, no es una experiencia personal, gracias por preocuparte.

    Bienvenida

    mae: Todos somos adictos al recuerdo.

    Un beso y bienvenida también.

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