martes, 10 de julio de 2007


Hace tres cuartos de hora que espero que el tren se ponga en marcha. He llegado pronto, normalmente me gusta llegar con tiempo a los sitios, odio esperar tanto como hacerme esperar. Voy sentado, solo, al lado de la ventanilla. Madrugada entra en el vagón y se sienta a mi lado. Lleva un extraño bolso lleno de estrellas pequeñitas, casi invisibles, me dice al ver que me fijo en ellas que crecerán cuando el tren arranque.

Nos ponemos en marcha y la perspectiva lejana ya de la ciudad que dejo atrás, sus luces y sus recuerdos ocupan mis pensamientos. Madrugada sigue sentada, parece tranquila. En silencio la miro y, como había prometido, las estrellas de su bolso del color del cielo se hacen cada vez más grandes y brillantes. No quiero preguntarle nada, no quiero hablar con nadie. Cierro los ojos e intento dormirme. El traqueteo y el ruido leve y sordo del metal en las vías, metal contra metal, me ayudarán. De repente se abre la puerta del vagón y Pesadilla se sienta en el asiento de delante. Saluda sin mucha convicción y procuro no hacerle caso. Empieza su cháchara insustancial, no me deja dormir. Le pido, amablemente, que se calle. Parece que me hace caso. Al rato, se levanta con cuidado -supongo que para no despertarme- y sale del compartimento.

El viaje continúa. Mi dormir inquieto (unos pocos minutos de sueño combinados con gotas de despertar intranquilo y hielo de cansancio) se ve interrumpido. Primera y única parada. Bajan unos pocos viajeros que rápidamente se pierden en el andén vacío. Nadie sube, nadie más coge este tren. Se ve que me tocará recorrer el resto del trayecto con mi rara compañía.

Intento conciliar de nuevo el sueño. Madrugada también, aunque el resplandor de su bolso se lo pone difícil. A mi no me molesta, desde que conocí a Raso, no he hecho más que echarla de menos. Pienso en ti como no podía ser de otra forma, también te echo de menos. Apoyo mi cabeza en el hombro de mi silenciosa acompañante y me duermo con tus ojos en mi descanso, tu aliento en la piel y tus labios en el alma.

El tren ha llegado a su destino. Al despertar, lo primero que me llama la atención es que la luz que lo llena todo no es blanca, tiene un cierto aspecto color hueso, como sucio, eso que llaman blanco roto, supongo. Me siento en un banco que encuentro vacío y espero una comunicación que me confirme un trasbordo. Aún no sé si es así, no sé si el viaje continúa o si he llegado al final y solo esta luz eterna me acompañará en lo sucesivo. Quizá se apague y no quede nada o tal vez haya otro tren para mí, otro destino. En breve me enteraré. Tendré paciencia.

5 comentarios:

  1. Seguro que viene otro tren y en este igual te acompaña anochecer, e igual se sube deseo, lujuria, hambre, soledad, amistad, castigo, remordimiento… mientras estés tranquilito en el andén disfruta.

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  2. lhuna: seguro que al viajero del tres ese no le llegan más trenes...

    Un beso.

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  3. parece ser ke moriste, pero no suena triste, sino trankilo...

    espera nel siguiente tren

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  4. Cómo puedes dormirte sobre el hombro de tu compañera de viaje?
    No, no...
    En el próximo tren, ni se te ocurra :)
    Un beso, Avatar

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  5. loves_pandora: Parece ser, pero solo parece ser. Igual llega, sí.

    Gracias y bienvenida.

    valeria: Para eso están esos hombros, no? sobre todo si la dueña es quien es.

    Otro beso para ti.

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