miércoles, 20 de junio de 2007


En el planeta de los árboles no existen mercados dónde te venden las bolsas. No hay nada que hacer más que contemplar a las hojas bailar con el viento y a la sabia vida hacerse savia.

En el planeta de los árboles los niños juegan con cuerdas de colores y, si te fijas bien, te das cuentas de que algunos lo son sólo por fuera. No hay sitio para el pensamiento adulto ni para el dinero ni para la prisa.

En el planeta de los árboles el fuego se lleva con uno y la ceniza no ensucia nada. No hay lugar para nada que no sea dejarse arrastrar por el murmullo de los brotes que renacen, inaudibles a partir de los tres años.

En el planeta de los árboles anochece de mentira y el rojo y el rosa y el naranja y el violeta jamás se fundieron tan bien con el verde oscuro. No hay espacio para no sangrar la herida de la distancia, para no evocarte con cada célula, para no sentirse sólo.

En el planeta de los árboles la brisa huele a ti y me hace echarte de menos. No queda nada más que dejar que los recuerdos inunden mi mente y me lleven lejos, dónde el océano se llama mar y dónde nunca es verano realmente.

En el planeta de los árboles no hay más que añoranza y belleza, belleza y añoranza. No resta nada por decir, por saber, por conocer. En el planeta de los árboles te esperaré de nuevo. Para recorrer sus sombras juntos.

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