lunes, 29 de mayo de 2006

Foto de Jody Schiesser


Las personas que miras desde tu ventana, te hacen echar de menos las sensaciones que te producían antaño esos mismos paseos. Los paseos en soledad, acompañada o no. La brisa que a duras penas consigue hacer revolotear tu cabello, te produce un pensamiento contradictorio. Por un lado te gustaría sentirla mientras caminas por la alameda que se extiende bajo tu alféizar y por otro sabes que terminarás por añorar la seguridad, falsa en el fondo, lo sabes, que te proporciona la escogida soledad de tu dormitorio. Una seguridad que te invita a profundizar en tu mente, a dar rienda suelta a tus pensamientos más íntimos. Hace poco tiempo que él se ha ido, pero aún te parece sentir el calor dulce de sus dedos en tu piel. Hace poco que él se ha ido, pero la sensación es de que ya hace demasiado. Siempre es demasiado tiempo cuando te quedas sola. Sola con tus miedos, tus culpas, tus sentimientos. Sola con la gente que pasea por la alameda. Sola con la ventana. Y es la ventana la que te lo cuenta todo, la que todo lo dice, todo lo sabe y todo lo calla. La que siempre está ahí, en silencio, pero testigo, aún en su mudez, de tu vida. Y es esa ventana a la que te asomas la que a veces no te deja respirar, cuando te pierdes demasiado en tus pensamientos. Es una puerta al exterior que te exige fidelidad. Las ventanas se han hecho para mirar a través de ellas; para lo demás, para los pensamientos, incluso para los más sombríos, existen otros momentos. Momentos en los que la visión de cualquier distracción ni resulta adecuada ni es justa ni permite el centrarse en esa suerte de melancolía que a veces te invade cuando son los recuerdos los que gobiernan tu cerebro. Recuerdos que, obviamente, no tienen porque ser dolorosos. Los buenos recuerdos, los que iluminan tu sonrisa de tanto en tanto, llegan a veces en oleadas y siempre son bien recibidos, quizá por ser más infrecuentes que los otros. Fueron hoy, esos recuerdos, los que te impulsaron a asomarte a la ventana, tanto hacia afuera como hacia adentro.


2 comentarios:

  1. Dulce ternura que hunde su daga ... hay ventanas que son todo eso, sí, que, de la que miras para fuera, a lo tonto, terminas mirando hacia dentro también.

    Hermosísimo.

    ?Tengo que decirte que me ha llegado, o ya lo sabías incluso antes de que yo lo leyera? Apuesto a que ya lo sabías, sí, que me tocaría por dentro, porque, cuando me asomo a mi ventana para mirarte, consigues entrar tú dentro de mí y llevarme contigo en ese viaje por mis adentros.

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  2. No lo sabía, no, podía imaginármelo, pero saberlo, no lo sabía. Me alegro de que te haya gustado.

    Besos

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