martes, 26 de enero de 2010


Hoy he entrado en una galería de alimentación que no visitaba desde hace al menos veinte años. Desolador. Un ochenta por ciento de los puestos cerrados –ignoro si para siempre- y prácticamente ningún cliente. Según caminaba buscando dónde comprar una barra de pan, una simple barra de pan, los recuerdos se agolpaban en mi cabeza. El barrio que me crió, en los tiempos en los que jugar en la calle era lo normal, siempre y cuando subieras a casa antes de que anocheciera. Las calles –todas iguales- de una de esas zonas de expansión en su momento, de esa preburbuja preinmobiliaria y post baby boom. Las tonterías de los niños, las certezas infantiles, la inocencia y la sorpresa infinita.

Carreras de cangrejos prestados por el pescadero en las rampas “bajacarros” al lado de las escalinatas, miradas entre curiosas y asqueadas al mostrador de la casquería, conversaciones robadas y llenas de frases absolutamente demoledoras por parte de las clientas de toda la vida… durante cinco minutos me he sentido un metro más bajito y con unas cuantas canas y kilos menos. Durante cinco minutos he vuelto a ser el que fui y he echado de menos incluso el agua maloliente en los canalillos que rodeaban los tenderetes del pescado o los desperdicios sebosos de las carnicerías.

Mientras caminaba en el silencio de la galería casi cerrada, inerte, me ha dado por darle vueltas a un asunto que nada tenía que ver con la visita. Un asunto que nunca me preocupó (porque hubo quien se esforzó en que así fuera) y que procuro ahora transmitir a cuanto niño, propio o ajeno, me demuestra deseos de conocer las grandes y pequeñas verdades de este mundo. Un asunto capital por lo nimio o nimio por lo capital, según se mire.

Y es que hay gente, en serio, alguno conozco, para la que las grandes curiosidades de siempre (aparte de las consabidas quienes somos, de dónde venimos, etc.) se resumen en saber adónde van los patos cuando se hielan los estanques, como el papanatas de Caulfield en la más que sobrevalorada y sobada novelita de Salinger. Hay para quien ni siquiera existen esas preguntas. Es gente sin afán de saber, imagino. A mí, por el contrario, de pequeño, más o menos en la época de los correteos crustáceos, me contaron una historia, un cuento que luego, con matices, se repitió casi al milímetro con Smoles como protagonistas muchos años después. Una fábula que planteaba la existencia de un reino perdido, de un mundo mágico y maravilloso. Un universo paralelo que contestaba una de las preguntas que me hacía entonces, qué aún me hago de vez en cuando (y más personas y algunos bancos también) aunque sé la respuesta: ¿a dónde van los objetos que se extravían dentro de una casa? Esos objetos que sin razón aparente desaparecen misteriosamente y nunca jamás vuelven a aparecer, a pesar de que no salen de la habitación, eso lo sabes con seguridad, no tienen donde ir, al menos en nuestra dimensión.

Yo, hace tiempo que lo sé. Hace mucho que me lo explicaron, en esos años de aprender a tirar piedras con fuerza y puntería, de cabalgar encima de perros reales, que se me antojaban enormes y probablemente no lo fueran tanto, de jugar en la calle inventando cien mil historias. En esos años de estar convencido de que las amistades durarían siempre, de coger la “Ruta” para ir a clase a Móstoles, de visitas con mi madre al mercado… Esos tiempos en los que me hablaron de el reino perdido de los calcetines.

17 comentarios:

  1. Quiero agradecerle al gran A (enorme dibujante) el préstamo de su ilustración que me he permitido utilizar para hacer lo propio con este texto.

    Gracias AAAAAAmigo.

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  2. En niño jesus del Belén... en casa está seguro...

    Ummm... con los calcetines?

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  3. Anónimo: Seguro, fijo que están juntos en el reino perdido.

    Te conozco? No lo sé, como no firmas...

    Bienvenido o bienvenida, en cualquier caso.

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  4. Es cierto que hay algunas situaciones que son como el túnel del tiempo, donde podemos retroceder en nuestra historia hasta cuarenta y tantos años..., en mi caso hasta cuarenta y cuatro, no más, creo que de 0 a 3 soy incapaz de recordar nada.
    Cuando entras en uno de esos túneles o toboganes, o como lo desees llamar, uno acaba muy cerca de la verdad, porque la verdad suele estar en el territorio de los niños.
    La ilustración, efectivamente es maravillosa.
    Y este relato delata, nuevamente, esa sensibilidad exquisita que te adorna.
    Abrazos

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  5. la palabra en cierne: Ya te contesté. Pero no creo poder ayudarte mucho.

    Besos

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  6. Amando Carabias María: Yo tengo algún recuerdo suelto de esa edad (0 a 3) pero suelto, muy suelto. Luego tengo los típicos que los recuerdo más por comentarios posteriores de padres, etc. que por un recuerdo real.

    Lo del túnel que dices es cierto y lo de la verdad de los niños también, el problema de esos "túneles" es que una vez que destapas el bote de los recuerdos es muy difícil volver a cerrarlo y nunca estás seguro de lo que te vas a encontrar al fondo.

    La ilustración es de un grandísimo dibujante además de querídisimo amigo, que, desconozco la razón, permanece en el anonimato artístico casi absoluto. Una lástima, creo.

    Abrazos.

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  7. ¡Me ha encantado tu escrito!
    De todas formas, en cuanto a "las cosas perdidas y auténticas k ya nunca volverán" tengo mis reservas: cuando tú vivías todo eso, pasando junto a tí en el mercado, seguro k había un hombre de 70 años k pensaba: "aquí, donde han hecho este mercado, estaba el huerto de mi padre, de donde sacábamos los tomates y las calabazas, y algo más allá el horno donde mi tía cocía el pan. ¡Como ha cambiado todo! ya no hay espíritu, ya nada es igual, ahora los niños se compran todos los mismos juguetes y los mismos cromos: esos horribles Madelman y esa mierda de Mazinger"
    Tenemos k pensar k gracias a dios el mundo cambia (solo hay k intentar k sea para mejor) y la nostalgia es un Gran Dictador...

    SIGUE ESCRIBIENDO, AMIGO AVATAR!!

    Oscar

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  8. Anónimo (Oscar): Echar de menos cosas del pasado no es necesariamente caer en el tópico de que "cualquier tiempo pasado fue mejor", en el que de todas formas caigo de vez en cuando (condición humana, supongo).

    El otro día, cuando charlábamos de higos y aguas fecales, de pósters y pantalones verdes, nos limitamos (creo) a recordar con cariño y a echar de menos (un poco seguro) las "sensaciones" de aquellos momentos, irrepetibles por definición.

    Para mi, eso es bueno. ¿para ti, no?

    Besos, amigo Oscar.

    Trataré de seguir escribiendo, claro que sí, y tú que lo leas...

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  9. Es verdad... !
    A mí la nostalgia me flipa, es un mundillo en el k me encanta perderme, pero ¡STOP! siempre de manera positivo-constructiva, y dejándolo a tiempo... "una mierda delicada, sí señor: si te quedas corto, no vale; si te pasas, es fatal"
    Lo k odio son las críticas gratuítas a las "nuevas generaciones" cuando nosotros (sob!) ya no somos "nuevas generaciones". El mundo lleva siendo mundo desde hace muchos milenios (pese a k los Creacionistas sigan diciendo k desde hace 3000 años), y las juventudes y las nuevas generaciones no son TAN distintas unas de otras...
    De hecho hace poco he leído el gran cómic "Kikí de Montparnasse", sobre una musa-fulana-artista-rompedora de su época y te darías cuenta de k el París d las 2 primeras décadas del siglo XX tenía bastantes conexiones con el mundo Beat de los 50 en EEUU, los 60 en NY y París o el Madrid de últimos 70...
    Ay! qué miedito nos da lo nuevo, lo k viene detrás, lo k puede superarnos, el no tener lo k teníamos hace 4 días...
    A LA MIERDA!!

    ABRAZOS, AVATAR (x cierto: pídele un buen cachito de pasta al bueno de Cameron x fusilarte el nombre para su nuevo "record mundial de taquilla"...

    Oscar

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  10. Anónimo (Oscar): Es cierto, no somos TAN distintos. Pero sí distintos y es difícil marcar la diferencia. Además ten en cuenta que por mucho que yo sepa que los "problemas" que tuvieran mis padres con mi "educación" y los suyos con la de ellos, etc, etc, se parecen a los actuales, poco me afecta en realidad a la hora de hacer lo propio. Que, seguramente, fueran parecidos? Sí. Que eso no me facilita el "trabajo"? Pues también...

    Besos A.

    PD: Cuando les pidas cuentas tú a los de la Academia de los USA por el nombre del muñequito dorado... Jajaja

    PD2: La verdad es que me imagino que si la peli tiene éxito (durante años, más allá de lo circunstancial actual, es decir, pasa a la historia del cine, Dios y los creacionistas no lo quieran) lo peor está por llegar. Será cuando todo mozalbete me pregunte (o no, pero lo crea) que el nombre viene de Mr. Cameron. Tendré que poner AVATAR (since 1993) como en las charcuterías...

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  11. Obviando el asunto Cameron,... coincido con Amando. Desde el primer momento en que entré aquí supe de esa exquisita sensibilidad. Eres un provocador de buen ambiente. Medido. Y yo admiro y envidio a los medidos -que no a los templados, diferente según mi jerga-.
    Besos

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  12. palabra en cierne: Según la mía, también es distinto ser medido que templado. A ver si no va a ser jerga...

    Gracias por los piropos.

    Besos

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  13. Eso mismo me estaba preguntando yo en mi post... aunque de una manera mucho menos poética y más jocosa. Ha de haber un lugar oculto para todo aquello que desaparece delante de nuestras narices... tampoco estoy segura de querer saber más sobre él.

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  14. India Ning: Curiosa coincidencia. Se celebra.

    Siempre hay que saber más, nunca viene mal. Y además recuperaríamos tantas cosas que quedaron por ahí perdidas...

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  15. Yo soy nada nostalgico (por el momento al menos), y me encanta visitar los comercios "actuales". De las primeras cosas que visito cuando salgo fuera de España son los supermercados. A descubrir sus variedades de bollos, su colorido, sus clientes, sus cajeras, sus conservas... ¡Que no me hablen a mi de mercadillos medievales teniendo la cadena LIDL! ;-)

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  16. Alvaro: Realmente no siento ninguna nostalgia de los comercios tradicionales, no me parecen necesariamente preferibles a los modernos (ni al contrario). Hay casos y casos, comercios y comercios, grandes cadenas y grandes cadenas. Así que hasta cierto punto estamos de acuerdo.

    Lo que sucede es que, lógicamente, si un comercio tiene que devolverme imágenes infantiles ha de ser comercio tradicional, es el inconveniente de peinar canas (aún pocas). Supongo que habra un "avatarcito" dentro de 20 años al que las imágenes se las prestará Alcampo o el Lidl, pero todavía no es mi caso.

    Un abrazo.

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