viernes, 8 de agosto de 2008



La piscina está llena de gente, los niños corren y cazan insectos y otros bichos; alardean de grandes capturas, arañas del tamaño de sus manos, avispas, escorpiones… Sus madres les esperan despreocupadas, hablando entre ellas de gilipolleces varias, mientras fuman como carreteros y escupen tacos que luego les sorprenderán en la boca de sus hijos, preciosos niños buenos. El agua de la piscina está caliente como el asfalto y tiene un color parecido, jóvenes retozan en el césped-barro de forma más o menos disimulada, otros leen libros de verano, insípidos como sus vidas. Hay un tipo que se dice socorrista dormitando con los ojos abiertos y expresión ausente a la sombra de una sombrilla publicitaria: algunos esperamos sinceramente que no haya emergencias acuáticas, no tiene pinta de ir a ponerles solución. El verano es así en algunos barrios y en algunos pueblos, en aquellos dónde existen piscinas comunitarias y rotondas llenas de flores de pega plantadas por el ayuntamiento y agonizantes desde diez minutos después de ser colocadas. Pero bueno, contarán como zonas verdes, supongo.

Vacaciones. Vacaciones de la rutina laboral pero sólo de ella, lo del descanso es otro tema. Ratos de piscina para refrescar no se sabe muy bien el qué, lecturas y películas postergadas, sueños cortos por el calor, sudores a todas horas… Bendito verano, dicen algunos. Amigas más bien desconocidas que vuelven y traen letras con ellas, ruido y ventiladores, aires acondicionados, tráfico escaso, autobuses y coches, viajes y playa repleta. Arena y sol, siestas. Rubella por fin a mi lado tras días sin vernos que parecen meses. Sigue roja pero está distinta, no sé muy bien de qué modo. Bendito verano, sí.

Los niños propios esperan diversión, actividad y juegos con las olas, castillos de arena y cangrejos en las rocas, natación y buceo: agotador aunque maravillosamente agotador. Terminará el verano y empezarán trabajos y colegios, volverá la rutina que decía antes y entonces echaré de menos algunos ratos, las peleas de mentira, los besos espontáneos, las cosquillas… no el calor, claro, a ese viejo cabrón no lo echaré de menos.

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