miércoles, 6 de agosto de 2008



Y llegará noviembre, supongo, y el calor éste que atenaza, que quita las ganas de casi todo, desaparecerá. Dejaremos de sufrir estrés térmico (nuevo y estúpido eufemismo para no tener que decir que hace un calor de cojones) y por lo menos algunos nos sentiremos mejor. Habrá quien prefiera el verano abrasador éste, que derrite asfaltos y neuronas –si quedan sanas- al crudo invierno, pero, qué queréis que os diga, con el frío te abrigas y punto, llega un momento en que dejas de tenerlo pero con el calor... Creedme, he visto gente por la calle arrancándose la piel a tiras para aumentar su desnudez y refrescarse, cualquiera ha sentido como te despellejas, voluntariamente o no, después de quemarte con el sol, pero ni por esas. El calor no tiene solución, ni aires acondicionados (gran invento que aumenta la temperatura en la calle con la excusa de congelar usuarios, debe ser cosa de la termodinámica), ni remojos en el caldo en que se han convertido las piscinas ni nada de nada. Sólo queda esperar o emigrar más al norte.

Vendrá el anunciado cambio climático (el que se anunciaba como consecuencia de aquí a cincuenta o cien años y al que cada día se hace responsable de excepciones históricas como que haga calor en verano, frío en invierno y alternancia de sequías e inundaciones, vamos, algo que hasta que llegó el dichoso cambio no había pasado en estas tierras nunca) y nos joderá vivos. El apocalipsis ya está aquí amiguitos, no hay que esperar a fluctuaciones del clima, ni a tsunamis asesinos ni a venganzas divinas. El apocalipsis ya ha llegado y se llama televisión veraniega. Arrasa con todo y con todos, no es fácil detenerla y aunque el fabricante te dora la píldora con mandos a distancia cada vez más sofisticados y botones on-off , es todo una vil mentira. Queda desenchufarla y luego desenchufar a los vecinos también pero entonces tendríamos que charlar con la familia (descartado el leer un libro) y esa no es más que otra forma de destrucción masiva y rápida.

Vendrán nuevos días y se me olvidará que alguna vez escribí esto, vendrán otoños e inviernos, vendrán compañías y se me olvidaran tantas cosas (es la ventaja, alguna había de tener, de disfrutar la escasa memoria que me vino con el resto del lote) que nada de lo anterior tendrá ningún sentido. Vendrán más libros y más canciones, vendrán más conversaciones con y sin cerveza y vendrán fuerzas –espero. Hoy no me apetece demasiado ni una cosa ni las otras y será hartazgo o será lo que sea pero pronto dejará de tener importancia. Vendrán, vendrán, o no y actuaremos en consecuencia. Mientras tanto, seguiremos tratando de sobrevivir a los treinta y muchos grados a la sombra y hablaremos con nosotros mismos.

3 comentarios:

  1. La desazón, la infelicidad y el hastío no van con cambios climáticos.
    Vaya a la playa y disfrute. Cuando llegue diciembre, ya se pondrá las botas de agua para saltar en los charcos.

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  2. No sé que hablas.
    Vente de regador municipal de jardines y ni querrás que te nombren el invierno.

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  3. ¡Uy, uy! Te noto muy apocalíptico. Ya mismo se van los calores, no te preocupes por eso.
    Mi estación preferida es el otoño. El invierno me parece demasiado heavy.

    Besos orgiásticos

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