domingo, 2 de diciembre de 2007


Rojo y negro, par e impar, dados cargados y expertos tramposos. Rubella escribe epitafios en hojas secas que después hace pedacitos entre los dedos. Un chino con cara de pocos amigos (más bien ninguno) prepara bebidas en un rincón y yo apuro mi enésima copa. El dinero huele fuerte al pasar de mano en mano, hoy es mi noche. Alrededor de la mesa, algunos viejos tahúres lloran trampas pasadas y futuras, les pican los ojos con el humo pero mantienen el tipo como pueden: fueron profesionales. El papel de las paredes recuerda la sangre vertida y sirve de inspiración a Rubella. Me guiña un ojo y subo el envite. El ciego de mi derecha ve la apuesta y se reparten más cartas. Sé que están marcadas, nadie juega limpio, ya no, pero Rubella ha hecho el gesto y la mano es mía. Un carnicero de hoja oxidada se lleva al ciego. Los perros le siguen, famélicos, hoy cenan caliente. Cada vez quedamos menos. Le chisto al chino, corre con un vaso y lo deja a mi izquierda. Bebo un sorbo y espero a que repartan más cartas. Somos cuatro de una docena. Los gritos de agonía del ciego son la perfecta banda sonora. Rubella ríe, demasiado alto, destroza otra hoja seca con sus uñas pintadas de rojo oscuro. Sabe que es el premio final pero no la molesta, en absoluto.

Trío de jotas. Picas a mi derecha, posible escalera enfrente. El gringo de la izquierda se tira. Se levanta y deja su estúpido sombrero pasado de moda en la mesa de atrás. Apuesto fuerte, me descarto y espero que la suerte se ría como Rubella. El de enfrente no va y Picas se lo juega todo. Huele a farol. Carcajada. Veo. Pierde. Otro para la habitación de al lado. Demasiado fácil. El gringo vuelve y pedimos más copas. Saco un cigarro y Rubella lo enciende con su ojo izquierdo. Acordamos que sea la última mano. El niño da cartas. Nos descartamos, se descartan, yo estoy servido. Todas las fichas en el centro de la mesa. Levanta primero el gringo, luego yo y finalmente el otro. El gringo pierde los nervios y tira la mesa de una patada. Le hago un gesto al chino para que recoja las fichas y salgo del tugurio con Rubella agarrada por la cintura. Hace frío afuera y una finísima y gélida lluvia nos va empapando poco a poco. No necesitamos siquiera mirarnos. Nos espera el amanecer que no había querido asomarse antes. La luz baila con las gotitas de agua. Exprimiremos el tiempo, hasta el mes que viene no hay más partidas.

5 comentarios:

  1. me puedo imaginar perfecto la escena me gusta mucho como la describes.

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  2. Nunca dejarás de sacudirme con tus letras, de sobrecogerme con tus relatos. Por cierto, la foto brutal.

    Besos orgiásticos.

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  3. un monton de palabras: Me alegro de que te guste. Bienvenida.

    ella: Y mira que lo intento, eh? Gracias. Besos para ti también.

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  4. Ha sido tan plástica la escena que he creído oler el dinero... las bebidas, el humo.

    Me ha encantado la partida [tu literatura]. Con ese toque ¿gótico? que me gusta.

    ... X

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  5. madame x: Me alegro de que te haya gustado. No sé si es un toque gótico o no, si lo es, salió solo, sin intención.

    Bienvenida y gracias.

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