miércoles, 28 de noviembre de 2007



Los finales tienen la extraña costumbre de coincidir con otros principios. Así, el último interludio tenía que cerrar el círculo iniciado con el primero, igual que las estaciones están en pleno proceso de cierre y apertura ahora mismo.

Y es hoy, nunca en otro momento, cuando releo y veo y siento y oigo y pienso. Y es hoy, ese hoy que es pasado y presente y futuro, todo junto, cuando sin arrepentirme me cuesta entender que motivó el primer interludio.

Tal vez el frío (inesperado por muchos, jamás entenderé la razón) entumezca neuronas sanas. Tal vez fueron tiempos tan pasados que ya se olvidaron. Tal vez sea yo el que no quiera recordar determinadas sensaciones.

Y el invierno ya muerde de madrugada y ya se empiezan a ver los alientos de los parroquianos por las calles y la pátina de hielo en los coches. Y se acerca la Navidad y con ella, por desgracia, entre un ochenta y dos y un ochenta y siete por cierto de las ocasiones de ser imbécil y de parecerlo. Y se terminará el año, otro año, y pocas cosas habrán cambiado (quizá ninguna, quizá a peor) y empezará otro, con sus nuevas ilusiones y sus propósitos de enmienda que terminarán en frustraciones y en excusas hipócritas. En fin, nada nuevo. Ni nada demasiado viejo.

E igual que termina el año, terminan los interludios. El siete es un buen número para cerrar un círculo y, en esta ocasión, será así. Algún número tenía que ser, no tenía sentido ni prolongar indefinidamente ni postergar un final que en la punta de mi lengua dormía desde hace tiempo. Cogeré el lacre de sellar labios y dedos y almas y lo pondré tapando la cerradura del cajón de las palabras y los entreactos. Así será.


2 comentarios:

  1. EL 2004 SABE AMARGO AÚN.
    AHORA EL 2007 LE HACE COMPAÑÍA.

    Odio el 7. El 2007. El 37.

    Que empiece el 2008 ya!

    ResponderEliminar
  2. glauka: Ya queda menos. Espero sinceramente que sea mejor que este funesto (al menos para ti) año.

    Besos, dama blanca.

    ResponderEliminar