martes, 10 de septiembre de 2013

Foto de Lilya Corneli

Anochece cada vez antes y amanece cada vez más tarde. Acaba el verano y con su final, vuelve lentamente la rutina habitual de estas fechas. Tan cansina como necesaria; tan imprescindible como pesada. Apetece, no obstante, menos sol y más frío, al menos a mí. Sobre todo ahora que ya se me han quitado las ganas de estrangular con mis propias manos al que dijo que este año no habría verano. Pero solo esas, aún me quedan ganas de estrangular a mucha más gente…

Bajan poco a poco las temperaturas, desaparece la asfixia de semanas pasadas. Cierran las piscinas y se produce ese fenómeno de todos los años que mezcla en la calle chicas en tirantes y señoras con abrigo. O viceversa. Entretiempo lo llama alguna abuela. Un concepto peculiar como la lana de verano. El oxímoron hecho moda. Con ganchillo además. Socorristas en paro ya no tienen niños con los que hablar ni niñas a las que dejar que les doren la píldora. El gallo del gallinero se aburre. Que mire al agua, que es su trabajo. Las madres que le confiaban sus cuitas (la transición portero-conserje ha hecho más daño del que pensamos) no tienen ya más remedio que volver a hablar con sus maridos. Es o eso o ver Hay Una Cosa Que Te Quiero Decir. No hay color, por supuesto.

En breve esas calles que han estado unos meses sufriendo sol, se alfombrarán de otoño y antes de que nos demos cuenta será navidad en El Corte Inglés. La de verdad vendrá después. Pero será otro tiempo, otro momento. Entre tanto, twitter seguirá ardiendo como cada semana con la imbecilidad del momento. La combinación greguería-trending topic tratará de mantener el equilibrio. La prensa digital seguirá haciéndonos añorar a los nostálgicos cuando se podía leer un periódico (de papel, claro) sin vomitar sobre la Nueva Ortografía de la R.A.E. Otros tiempos, no sé si mejores. Mientras digo esto, hay modernos que continuarán maldiciendo a la televisión a la vez que miran nuevas series de HBO compulsivamente en sus tablets de marca, apartándose el puto flequillo para no perderse nada. Spotify nos convencerá de que la radio ha muerto mientras nos tortura con engendros en modo aleatorio que demuestran que en cuestión de radiofórmula todo cambia para seguir igual.

Los días se irán haciendo más cortos y con ellos nos haremos distintos, también ma´s cortos, menos ingenuos. Luchamos por evitarlo, los menos, pero cada hora mueren más niños y nacen más señores maduros. Prematuros adultos grises que hacen bandera de su mediocridad mientras pisotean cualquier brote que encuentran a su paso. Adustos, desprecian cualquier cosa que conlleve un cierto riesgo, que aleje de la monotonía vital. Por suerte, ellos también son otoño. Y también los espera el invierno.

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