
Te miras en el espejo-alma que es tu ventana al mundo. Ves en tus ojos el pasado pero no aciertas, ni aún así, a adivinar el futuro. Piensas que no puede ser esto lo que te fue reservado. La soledad es siempre amarga compañera de viaje, pero tú no estás sola. Estás contigo siempre. Estás con tus otros momentos que, si bien nunca fueron brillantes, te ayudan a superar los peores que vendrán. Experiencia, le llaman. Y una mierda. Se supone que la experiencia...