lunes, 16 de diciembre de 2013

La vida no me da. Trato de deglutir bocados enormes, trozos de existencia que son mucho más grandes de lo que cualquiera (y más yo mismo) pueda tragar. Me falta tiempo, me faltan fuerzas y, además, me obligan de alguna forma a descuidar lo verdaderamente importante, perdido como estoy en lo accesorio, en aquello que fue por gusto y que, en ocasiones, se torna obligación. El gen familiar del no saber cómo decir que no, atenaza mi lengua. Musito síes...